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Vecino distante

Tener como vecino del Norte a los Estados Unidos de América es como dormir con el enemigo. Tolerar a un vecino tan poderoso no es difícil cuando su Gobierno asume una actitud de buen vecino como en los tiempos del presidente Teodoro Roosevelt. El hecho de que por malas artes y una que otra intervención armada se hayan apropiado de más de la mitad de nuestro territorio y hacer como que ya los perdonamos, aunque no lo olvidamos, es una actitud que tomamos ante la impotencia de hacer una justa reclamación.

Nada nos ganamos con romper relaciones con alguien que por razones geográficas debemos continuar siendo vecinos. Difícil sería la convivencia si asumimos una actitud como la de Corea del Sur con Corea del Norte, con fronteras blindadas y viviendo con el temor de que en cualquier momento pueda estallar un conflicto bélico. No es el caso porque la diferencia en poder armado es incomparable, aunque sea molesto, cada vez que los Estados Unidos nos agreden con la palabra o con la economía, tenemos que hacer como que no nos dimos cuenta. Nuestro Presidente AMLO les contesta con el sobado dicho de “amor y paz”. Internamente protestamos, nos desahogamos con chismes de internet. Lo malo es que de las ofensas se pase a los hechos y Trump haga efectivas las amenazas que hizo durante su campaña.

Hay grandes cambios y reorientación en las políticas de los Estados Unidos que nunca en el pasado han sido para bien nuestro. Los Estados Unidos desde su origen han aplicado la violencia contra la población no blanca, no es una moda impuesta por Trump, es una constante de su antirracismo histórico, siempre han tenido un enemigo al que combatir, el norteamericano es un pueblo beligerante, desde los Pieles Rojas hasta los musulmanes, pasando por los alemanes, los vietnamitas, los rusos, los comunistas, los coreanos del norte, los japoneses y ahora en la mira los latinos y en particular los mexicanos. EU es un país xenofóbico, representado por la secta Ku Kux Klan que propicia linchamiento como la matanza de mexicanos en Texas en 1854-1857. Ahora tenemos un ejemplo del racismo fomentado por Trump resultando con la matanza de mexicanos en El Paso, Texas, que el asesino sin arrepentimiento alguno declaró que viajó mil kilómetros para venir a matar mexicanos.

En la actualidad las redadas culminan en deportaciones masivas en fábricas, campos agrícolas y colonias de inmigrantes. Los grupos ultraconservadores beligerantes han evolucionado haciéndose más complejos y con más seguidores como la Asociación del Rifle, los White Rough Necks (matones blancos), la Anti-Defamation League y la Southern Poverty Law Centre. Coinciden todas en sus metas: deportar a todos los mexicanos, anularlos, y disminuir la mexicanización y latino americanización de los Estados Unidos a toda costa.

Ante estas agresiones ¿Qué podemos hacer? Sí podemos, algunas medidas les dolerían, como fomentar la repatriación de capitales mexicanos, principalmente cuentas de cheques e inversiones, que son miles de millones de dólares. Desde luego que para hacerlo efectivo deben implementarse medidas fiscales para garantizar la seguridad de ese dinero en nuestro país y despejar el temor de lo que hizo López Portillo con la conversión a mexdólares. Habría que eliminar la desconfianza que por experiencia le tenemos al Gobierno, de ahí viene la fuga de capitales. Es necesario unir fuerzas para defendernos del vecino que no por estar colindando es menos distante.

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