Vaquita Lejos de Reflectores
Una visita relámpago a Baja California nos permitió conocer de cerca uno de los proyectos de rescate ambiental más ambicioso y espectacular de que hayamos tenido noticia en nuestro país.
Parece un tema de ciencia ficción.
Le hablamos del “intento” de salvación de la Vaquita Marina, que está en la lista de las especies marinas más amenazadas, y señalada como en inminente peligro de extinción. Si hace dos años la población total estimada de vaquitas era de aproximadamente 75, hoy ese número ha bajado dramáticamente a 40.
Sí, seguramente usted la recordará porque el actor norteamericano Leonardo DiCaprio armó un buen escándalo por el peligro de extinción, vino a nuestro país, fue recibido oficialmente por el Presidente Peña Nieto, aunque después se fuera y desapareciera sin haber contribuido para el proyecto o haber hecho una donación.
Se le agradece el haber puesto el tema de la vaquita en la agenda ambiental mundial, pero hasta ahí.
La vaquita sólo se encuentra en las aguas turbias del alto Mar de Cortés, donde se juntan la península de Baja California y el México continental. Son aguas turbias porque están llenas de minerales, producto de los ríos que desembocan en la zona (cada vez menos) y que a su vez son alimento para pequeñas especies, sustento de la vaquita. Es tímida y miedosa. Su principal amenaza es la pesca ilegal con redes de un pez llamado Totoaba, también originario del Mar de Cortés, pero que a pesar de decretos se sigue pescando. Y el problema para la vaquita marina es que es una especie muy nerviosa, y en cuanto se siente atrapada por las redes para pescar Totoaba trata violentamente de zafarse hasta agotarse, asfixiarse y morir. Casi nadie ha visto una vaquita marina viva, todas han sido las atrapadas por las redes de los pescadores.
Pero aquí viene la aventura, por cierto lejos de los reflectores.
Apenas la semana pasada llegaron a las aguas de este golfo, al emblemático y fantástico puerto de San Felipe, un grupo de cinco delfines adiestrados por la Marina de Estados Unidos, que tienen la misión de buscar vaquitas marinas, y pastorearlas hasta unos corrales submarinos donde se espera que puedan ser observadas, estudiadas y eventualmente reproducirse.
Sería la primera vez que se intente algo parecido.
El nivel científico del proyecto es abrumador; participan el gobierno de Estados Unidos, la Secretaría de Medio Ambiente de México y las autoridades ambientales locales.
¿Por qué para un gobierno urgido de que “se cuente lo bueno” no se le ha dado la difusión que merece? La razón es sencilla: a pesar del alto nivel científico el grado de incertidumbre es enorme: no se sabe cómo van a reaccionar las vaquitas que para empezar son marsopas y ven en los delfines a enemigos naturales. Todo cuidado es poco para una especie que se conoce tan poco.
Un albur en pleno siglo XXI.
Obviamente las alternativas son crueles; si el proyecto falla será el fin de nuestra vaquita marina, con el subsecuente tache a nuestras políticas ambientales, y si funciona, que sería un extraordinario regalo al tema ambiental en México, seguramente la medalla se la colgaría Leonardo DiCaprio.
Aunque al final lo importante es salvar a la vaquita.