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Valor de Gerardo Rivera ante imponente corrida de Barralva

Domingo 23 de febrero de 2020. Plaza de Toros Nuevo Progreso. La de ayer fue una corrida como las que en España se conocen como “duras”, en donde los toros son de una dureza y genio que convierten las tardes en aterradoramente riesgosas, y por eso las figuras prefieren no torearlas. La ganadería de Barralva, encaste Parladé, envió un encierro fuera de costumbre, del tipo de corrida dura, pero eso sí: toros imponentes, con trapío, de cornamenta bien puesta y preciosa estampa. Uno de ellos, tan alto, que su cabeza sobrepasaba la altura del burladero.

Los toros fueron al caballo, metiendo la cabeza, empujando con fuerza y varios derribaron al caballo, aunque luego ya no embistieron con la muleta. Al contrario, por ser toros complicados, buscaban en ocasiones más el cuerpo del torero que la tela. Los ganaderos Álvarez Bilbao deberán consignar en sus registros que la corrida salió sobresaliente en fenotipo, pero dura y complicada en genotipo.

Juan Pablo Sánchez salió serio, en sitio, ni más ni menos. Toreó a su primero con la muleta templando, con esa maestría tan suya. Su temple logra que el pase se perciba lento y con cadencia, largo con ese toreo que va despacio y que a tantos nos maravilla. Pero no pudo ligar los pases porque el toro se salía de la suerte. Mató con media estocada y recibió ovación con salida al tercio. Su segundo toro, dado el genio con que iba, lo desarmó en una ocasión, algo raro en este torero que templa tan bien. Logró una tanda de naturales sin el ayudado, que le merecieron las palmas y el olé. No obtuvo orejas por fallar con la espada.

Arturo Saldívar, es triste decirlo, vino a completar el cartel. Si bien le tocó un lote complicado, lo cierto es que se le vio temeroso ante ese primer toro imponente, grandísimo. No pudo, o no quiso, darle un solo pase. Lo mató de inmediato, precipitándose porque el toro no se paraba, ante la rechifla del tendido. Con el segundo toro se mostró aún más temeroso, no se estaba quieto ni un momento, dudaba y citaba al toro con el pico de la muleta, es decir, lo más lejos posible, ante los abucheos de los aficionados. Mató saliéndose de la suerte, para el olvido.

Gerardo Rivera fue un auténtico aire fresco para la afición, por su valor, hambre y determinación. Este joven torero tlaxcalteca venía por todo a Guadalajara, luego de su confirmación de alternativa el pasado 11 de diciembre en la Plaza México. Al primer toro le hizo un quite por chicuelinas ceñidas, y la faena con la muleta la inició con pases cambiados por la espalda, transmitiendo el miedo a los tendidos, tan esencial ingrediente en la fiesta brava. Toro difícil, que reculaba y regateaba en la embestida, con todo y eso Gerardo lo llevó a tablas para someterlo, torero por encima del toro, y le cuajó ahí varios derechazos con mucho sabor. Mató con buena estocada y recibió la única oreja de la tarde.

Al segundo toro, más que torearlo, lo lidió. Con mucho valor. Al hacerle un quite por delantales, el torero alcanzó a ser tocado, se enredó con el capote y el toro le puso una revolcada, sin más consecuencias que los duros golpes y la enseñanza de que los toros bravos no se andan con rodeos. La faena fue una batalla entre un torero con ganas y un toro de peligro. Mató con un bajonazo, perdió la oreja, pero ganó el reconocimiento de Guadalajara.

GERARDO RIVERA. El espada tlaxcalteca fue el triunfador de la corrida de ayer, al cortar una oreja. EL INFORMADOR / G. GALLO
JUAN PABLO SÁNCHEZ. Mostró temple, pero falló con la espada y no pudo cortar apéndice. EL INFORMADOR / G. GALLO
ARTURO SALDÍVAR. Se mostró temeroso ante los embistes de los toros de Barralva, en una tarde para olvidar. EL INFORMADOR / G. GALLO
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