Ideas

Valeria y la ceguera social

Abordo, en esta colaboración, el tema de la ceguera, no solamente aquella que debido a una diversidad funcional de tipo sensorial causa visión reducida, escatoma, daltonismo o ceguera total, no, no, no, me referiré a la peor y más dañina de las cegueras: la social, esa que desde siempre se ha estacionado en la comodidad de la indiferencia, en el mejor de los casos, en la discriminación en el peor de ellos. Sí distinguido lector, la sociedad, salvo honrosas excepciones vive ciega hacia los grupos vulnerables porque su visión está dirigida a una sola meta aspiracional que es rabiosamente materialista. 

Para darle contexto a la presente colaboración y contando con su anuencia, tomaré como ejemplo a una joven mujer, ciega desde los 14 años, Valeria Guzmán Díaz, con el fin de que a partir de su admirable trayectoria académica y artística podremos valorar a las personas que viven en el oximoron de la luminosa oscuridad. 

Valeria se graduó como licenciada en psicología y cuenta con título y cédula; es una profesional llena de energía y creatividad, sus aportaciones académicas son fecundas y exaltantes; sin embargo, a pesar de su sólida formación vive consciente de la ceguera social que impide la coexistencia social para laborar sin discriminación ni exclusión. Es master en terapia familiar estudios que realizó en la Universidad Autónoma de Barcelona; además, cursó un postgrado en lenguaje sensorial y poética del juego como alumna de la Universidad de Girona aprendiendo, ahí mismo, teatro de los sentidos. Como luchadora incansable bien que está cierta de que la sociedad les mira como una oposición a lo que supuestamente consideran “normal”, ese término subjetivo que pareciera autorizarlos a rechazarlos y segregarlos. 

Calladamente y en ocasiones a gritos pide que no se condene a quienes estando en condiciones económicas precarias buscan el sustento diario en los cruceros de las calles armados sólo con su blanco bastón; ¡que trabajen! exclaman aquellos que se molestan con  tan solo verlos, lo dicen aquellos ciegos sociales que no toman en cuenta que están dispuestos a trabajar, sí, pero en trabajos dignos y facilitadores a su condición. 

La trayectoria académica y artística de Valeria se amplia, su insignia es la lucha diaria, lucha que realiza con dedicación, convicción y entrega, en su currículo aparecen diplomados en formación de instructores, en gestión cultural, locución y producción radiofónica, en periodismo especializado, pero no solo eso, su vena artística le ha permitido escribir libros de cuentos y poemas.  

Valeria libra una lucha diaria no solo a favor de ella sino comprometida con el colectivo de los ciegos, con su erudición y talento busca que se den condiciones más justas para que cada persona ciega goce de paz y quietud, que a la discriminación se oponga la gentileza, al olvido y abandono la ternura y a la indiferencia la constancia.  

En tanto Valeria consigue una oportunidad para aplicar todos sus conocimientos, ella se refugia en la música, en la literatura, su inseparable alter ego: la artista, le inspira para escribir poemas, cuentos, componer canciones, goza de sus momentos de soledad porque los entiende como un maravilloso regalo, de ellos obtiene una energía que se multiplica. 

Que el ejemplo de Valeria Guzmán Díaz nos sirva para perturbar nuestra conciencia y apoyar a quienes en tal condición están rodeados de un entorno complejo y lacerante, blancos de hostilidades, todo porque la ceguera social vive ausente, ausencia que causa menor cultura solidaria y mayor aspiración hedonista.       

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