Vacunas acaparadas
Pensar antes de hablar es un principio tan viejo como poco atendido. Afirmar ante la Organización de las Naciones Unidas, que las potencias mundiales acaparan las vacunas es no advertir una serie de antecedentes que no conviene ignorar.
Si en efecto las potencias mundiales están acaparando las vacunas probablemente se deba a que esas potencias son justamente las que las están produciendo con sus recursos tanto humanos como materiales. En otras palabras, esas potencias han invertido buena parte de sus riquezas en programas permanentes de investigación científica, en universidades de alto prestigio internacional, en institutos mundialmente avalados por la calidad de sus trabajos, todo lo cual explica la enorme cantidad de premios Nobel que sus profesores han obtenido. Por lo mismo, desde hace muchas décadas, han hecho importantes descubrimientos y relevantes inventos en orden a la salud humana, lo cual explica que, en cualquiera de nuestros hospitales, la mayor parte de aparatos e instrumentos que observamos tengan patentes extranjeras, justo las de esas potencias de las que hoy se dice que acaparan las vacunas.
Se puede discutir el origen de sus riquezas, sabemos que por siglos han ido colonialistas, explotadores, agiotistas, y cuanto epíteto nos venga en gana, lo que no se puede negar es que esas riquezas, bien o mal habidas, las han sabido invertir en ciencia y tecnología, que a su tiempo y con sus condiciones, han finalmente beneficiado a toda la humanidad.
Se les puede llamar a la solidaridad, incluso a la pública caridad, pero la honestidad del tema exige que los primeros beneficiarios de las vacunas sean los ciudadanos que han contribuido con sus impuestos al mantenimiento de las infraestructuras de investigación científica que las generan, y al recto manejo de los recursos. Podemos aún así insistir en que nos ayuden, arriesgando el que nos pregunten, y ustedes ¿en qué invierten sus recursos?
Hasta cierto punto es verdad que no tenemos las enormes riquezas de las potencias mundiales, pero tampoco es que carezcamos de todo, como bien podría decirse de varios países. Tenemos riquezas tanto naturales como aquellas derivadas del trabajo cotidiano, el tema es ¿en qué la estamos invirtiendo?
México invierte sus riquezas en pago de nóminas burocráticas crecientes, en el mantenimiento de más de diez partidos políticos más los que gusten fundar, en el sueldo de diputados y senadores ociosos, en elevadas aportaciones a las universidades públicas para que sigan haciendo política, en grandes sumas otorgadas al sindicato magisterial, para que también siga haciendo política, en esa marejada de anuncios de partidos que vemos y oímos todos los días y que tienen costo; en definitiva, en nuestro país la política partidista constituye un cáncer tan grave que absorbe ingentes recursos y lo hace de manera expansiva e insaciable, por eso no tenemos producción de vacunas propias, y, en el campo de la investigación científica, solamente un solo premio Nobel, ¿con qué cara podemos denunciar el que las potencias acaparen las vacunas que producen? O ¿cómo los gobiernos de esas potencias, podrían justificar ante sus ciudadanos, el dejarlos en espera, porque hay que ayudar al país vecino, cuya pobreza en buena parte se explica por su histórica corrupción política?
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