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Una recomposición geopolítica está en marcha

Vladimir Putin ha desafiado a las naciones occidentales reclamando poder, territorio, e influencia en Europa mediante el uso de la violencia. La guerra que vive Ucrania no es un conflicto entre dos naciones, sino una apuesta geopolítica mayor contra la democracia, la libertad y la paz, de la que durante décadas han gozado las naciones occidentales. 

Por eso las consecuencias no se limitan a Rusia y Ucrania sino que llegan a todas partes. Ahora mismo las afectaciones económicas están a la vista: precios más altos de los combustibles, los fertilizantes, tarifas aéreas y muchos alimentos, salida de las empresas de Rusia, decomisos de bienes a los oligarcas rusos, y es sólo el principio. 

Pero un cambio estructural está en marcha: La mayor parte de las naciones del mundo han decidido súbitamente crecer su gasto militar, han decidido armarse hasta los dientes: Alemania ha dado un giro dramático, Finlandia y Suecia sopesan ingresar a la OTAN, China recién anunció un incremento de 7% de su gasto militar y la maquinaria de la industria bélica de occidente se ha puesto en marcha. Un hecho que hace apenas un mes parecía impensable está sucediendo, y esos recursos saldrán de reducir muchos programas sociales y muchos proyectos civiles se detendrán para dar paso a una carrera armamentista que parecía haberse terminado con la caída del muro de Berlín.

En un editorial el periódico New York Times reclamaba a su gobierno que hablara con la verdad a los estadounidenses y les dijera desde ahora que habrá sacrificios que tomar para defender la democracia y la libertad en el mundo. 

La inmensa mayoría deseamos que el desenlace bélico sea la paz que había hace unos días, y que suceda pronto. Pero parece que Putin no está dispuesto a ceder un ápice en sus pretensiones de crecer su poder e influencia en el mundo. Amenazó ayer con hacer que Ucrania desaparezca como estado, dejando ver la intención de anexarla directamente a Rusia, abriendo una nueva frontera con las naciones de la OTAN. 

Su apuesta es mayor y por ello el planteamiento de muchos estrategas occidentales es terminar con el régimen de Putin como solución, dado que cualquier acuerdo de paz en el que expanda su influencia será inaceptable. Sin embargo, está encendida la luz de una salida negociada mediante acuerdos que gestionan los mandatarios de Francia, Israel y Alemania, que parecen encenderse y apagarse en ciclos que parecen hacer que el tiempo sea eterno. 

Pero, aun si se acordara alguna solución que implique una ocupación militar, es claro que las guerras y las invasiones cuestan muchos recursos y con las sanciones a su economía Rusia  no se puede dar el lujo de mantener una guerra prolongada que puede llegar a ser insostenible. Nadie sabe en realidad cómo va a terminar este episodio, pero lo que sí podemos ver ya es que tendrá enormes consecuencias económicas y políticas en Europa y más allá. 

En la recomposición geopolítica que está en marcha, China jugará un papel determinante porque, si Rusia insiste en seguir adelante tendrá que plantear algún tipo de alianza con China, una nación mucho más grande y poderosa, de la podría terminar siendo un satélite si se hace dependiente de sus finanzas. Y tampoco hay ahora suficientes razones para pensar que los chinos tengan interés en una confrontación mayor con Estados Unidos y Europa. 

La presión está sobre Putin que ante la presión del tiempo en contra comienza a mover sus fichas de manera más agresiva para infundir miedo andando una ruta peligrosa en la que vemos cómo la humanidad no ha sido capaz de mantener la paz, que las Naciones Unidas parecen inútiles y cómo, otra vez, la fuerza se impone a la razón, marcando lo que puede ser un retroceso para la democracia en el mundo. Esperemos que la solución venga del entendimiento y del respeto a la vida de las personas y las familias y no de la irracionalidad mortífera que desata las pasiones.

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