Una raya más al tigre
Otro escándalo más en el Gobierno de Peña Nieto; una vuelta más para explicar el desfalco en las secretarías que encabezó Rosario Robles; una denuncia más de corrupción. Son 700 millones de pesos desviados del erario en tres años. Lo repartieron en 10 domicilios en camiones de valores. La Auditoría Superior de la Federación había dado alerta. La respuesta del Gobierno federal fue contundente: en lugar de investigar a la secretaria Rosario Robles a través de la Secretaría de la Función Pública y la Procuraduría General de la República el PRI cerró filas para remover al auditor y nombrar a uno nuevo. De poco sirvió, la investigación siguió su curso y hoy sabemos que el dinero desviado terminó en manos de quién sabe quién pues los domicilios donde se entregaron los 700 millones son falsos o fantasmas, al igual que las empresas que facturaron.
Que se desvíen de esa manera 700 millones de pesos es terrible; que nadie se inmute ni se preocupe por ello en el Gobierno federal es mucho peor. El escándalo tiene una función política muy importante. Está demostrado que en las democracias el escándalo es lo que mueve a los gobiernos y obliga a cambios internos. Pero, cuando el escándalo no genera transformaciones del sistema y queda impune, tiene un doble efecto perverso, no solo lesiona el erario, también mina la credibilidad de las instituciones.
Lo peor de la herencia de Peña Nieto no será la corrupción, que vaya que ha sido marca del sexenio, sino la quiebra moral de las instituciones
Lo peor de la herencia de Peña Nieto no será la corrupción, que vaya que ha sido marca del sexenio, sino la quiebra moral de las instituciones. El sistema de complicidades es tal que nadie, ni el Presidente, puede reclamarle nada a sus colaboradores. La secretaria no se inmuta, sabe qué hizo y por qué lo hizo, y sabe que el Presidente lo sabe, que la corrupción es estructural, aunque el Presidente lo confunda y nos quiera hacer creer que es cultural. Una raya más al tigre más rayado de la historia reciente de nuestro país. Ahí pónsela donde quepa, de cualquier manera no se le va a notar, parece ser la respuesta de un Gobierno que es soberbio incluso en la derrota.
¿Hay alguna posibilidad de que en el Gobierno de la cuarta transformación esto cambie? En principio sí. La gran esperanza y el arrastre del voto de López Obrador está directamente vinculado a un reclamo de parar la corrupción. De ahí a que se castigue no a un chivo expiatorio sino de manera sistemática y por oficio la corrupción de gobiernos pasados y futuros estamos lejos, simple y sencillamente porque las instituciones encargadas de ello están vacias de capacidad y credibilidad.
(diego.petersen@informador.com.mx)