Ideas

Una nueva Constitución local, ¿en serio?

Al parecer los desvaríos políticos son altamente contagiosos. Leí con terror el pasado miércoles en EL INFORMADOR la idea del gobernador Enrique Alfaro crear una nueva Constitución para Jalisco. Parece querer aprovechar el viaje de López Obrador en una aventura similar. O peor, querer mal copiarle a la Ciudad de México la suya, por cierto, muy mal hecha. El Presidente sí puede hará la suya para buscar afianzarse en el poder. Las dos propuestas son un despropósito caro, inútil y en el caso federal, peligroso.

¿Cuándo se requiere de una nueva Constitución? Según una acertada doctrina cuando el orden político y jurídico dejó de ser legítimo o resulta imposible la convivencia pacífica de los ciudadanos bajo su vigencia. Sin duda hay quienes afirman, bajo no se cuáles parámetros, lo contrario. Según esa minoría, tanto nuestras leyes como nuestras autoridades son ilegítimas y bajo su amparo no existe ni es posible la convivencia pacífica en sociedad. Algo así como si estuviéramos en una situación social análoga a la venezolana. Eso es una falsedad. Tenemos muchos problemas y tendremos peores, pero hoy no hay nada parecido. Y la existencia de un nuevo líder llegado de un proceso democrático, así sea enormemente popular, no justifica un nuevo pacto político. Los pactos políticos son para cerrar problemas irresolubles y de alta envergadura, no para crearlos.

Pero también indica una contradicción total. Al venir la propuesta, tanto del Ejecutivo federal como del local, están negando su propia legitimidad y eficacia. Y de paso se llevan a todas las demás autoridades de todos sus órdenes y niveles de Gobierno. Por eso, las constituciones nuevas son promovidas e impuestas por la oposición, regularmente armada, como un nuevo proyecto político para todo el Estado, tal como ha ocurrido en todas las nuestras. Además, tratándose de las constituciones locales, son muy limitadas. Toman y desarrollan las opciones y competencias  con los límites que les da la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Todo lo demás es de adorno, tinta y recursos desperdiciados. Vale recordar que nuestro federalismo es diferente al tradicional representado por los norteamericanos. Allá los gobiernos locales ya existían previo a su unión. Aquí mutamos de ser una sola unidad, la Nueva España o el Reino de México, a una división basada o buscando el equilibrio de los regionalismos y el centro. Es decir, en nuestro caso es la Unión la que “ha soltado y suelta” facultades y no al revés. La lucha por un federalismo y municipios más robustos, está en la Constitucional federal.

Pero toda norma evoluciona. Para eso están los mecanismos de reforma legal y constitucional, local y federal. La mejora e innovación nunca es mal recibida. Es siempre de esperarse, por ejemplo ante la evolución tecnológica, una respuesta por parte del Gobierno. Bienvenidas todas las reformas provechosas para todos.

Pero además de injustificada, es muy peligrosa una nueva Constitución federal, e incluso su necesario rediseño, consistente en quitarle a la Constitución lo que debería estar a nivel de ley. Los signos y hechos autárquicos, autoritarios y arbitrarios de los dos últimos meses del Presidente nos lo deben de advertir. Y es el autoritarismo y más el unipersonal (ni el PRI en sus buenos tiempos) el que disminuye la libertad, destruye la equidad y genera la arbitrariedad. Aguas.

Síguenos en

Temas

Sigue navegando