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Una generación política que también se inundó

Menos mal que las crecientes inundaciones que se han registrado en el actual temporal en el Área Metropolitana de Guadalajara sólo han provocado costosos daños materiales a la infraestructura pública, y afectado el patrimonio de centenas de familias, pero hasta ahora, de milagro, no han cobrado vidas humanas.

Sobre todo en las tormentas del último mes que han azotado a Zapopan y cuyos estragos se han agravado por la falta de mantenimiento en una incipiente y rebasada infraestructura hidráulica, y una evidente negligencia y corrupción para permitir construcciones en cauces de arroyos y otras zonas de alto riesgo.

Basta recordar el desastre ocurrido el 24 y 25 de julio en Miramar y otra veintena de colonias que quedaron semi sepultadas en miles de toneladas de lodo con el desbordamiento del arroyo “El Seco” por el rompimiento de uno de los gaviones construido en las bajadas de los cerros contiguos de El Colli y La Primavera, y el desbordamiento ooootra vez del canal de la Avenida Patria que provocó que 65 vehículos quedaran varados y sus propietarios en alto riesgo, el miércoles pasado.

Los cada vez más grandes y numerosos puntos de inundación que se suman cada temporal en los atlas de riesgos de la metrópoli son la prueba más clara que al igual que las pasadas generaciones de políticos, los que ostentan actualmente el poder, presumiblemente más conscientes de la urgencia de resolver esta problemática, la siguen dejando de lado.

Prueba de ello es que se quedó en promesa lo que parecía un prometedor cambio. Me refiero al acuerdo de hace más de un lustro, a inicios de marzo del 2016, que firmaron los recién llegados alcaldes metropolitanos naranjas y el entonces gobernador priista Aristóteles Sandoval, para constituir una bolsa de 800 millones de pesos para iniciar obras de infraestructura hidráulica y empezar a abatir este problema urbano. 

Ingenuamente dimos por hecho que se iba a poner fin de una vez por todas a la muy nociva idea de la añeja clase política que las obras “enterradas” son poco redituables electoralmente porque no se ven. Porque no son de relumbrón.

Desgraciadamente eso sólo quedó en promesas, y más allá de algunas obras hechas en el parque El Deán y en Los Arcos del Milenio, que siguen siendo zonas de alto riesgo por los niveles de inundación que presentan cuando llueve con intensidad, nunca se supo a ciencia cierta qué pasó con esa inversión, y lo peor de todo, fue una política golondrina.

Desde 2013, por ejemplo, el SIAPA calculó en 7 mil 500 millones de pesos la inversión necesaria para actualizar el equipamiento hidráulico: 5 mil millones de pesos para cambiar los mil 800 kilómetros de redes de agua que estaban en aquel entonces a punto de cumplir su vida útil, y que representaban casi el 30 por ciento del total del drenaje de la ciudad; y para erradicar las cada vez más paralizantes inundaciones, era necesario la realización de 16 obras de colectores pluviales, que costaban 2 mil 500 millones de pesos. Hoy esas obras deben costar muchos más y deben ser ya insuficientes.

Se volvió así a perder la oportunidad de arrancar la aplicación del Programa Multianual de Inversión de Obras planteado desde tres años antes y que incluso podría servir para captar agua de lluvia como una alternativa más para dotar de este escaso recurso a la ciudad.

Por eso, por no priorizar este tema en sus presupuestos, la actual clase política y gubernamental pasará también como una generación de dirigentes que se inundó.

jbarrera4r@gmail.com

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