Una forma inédita de adquirir vivienda
Hace poco en una carnita asada estábamos tres mexicanos y un francés. Los primeros nos quejábamos del precio de la vivienda, las rentas elevadas y los créditos caros. En Francia, interrumpió el francés, tenemos la vente en viager.
¿La vente en viager? Nos miramos intrigados. Le pedimos que nos explicara. Acordamos un juego, en donde debíamos adivinar a qué se refería a partir de la descripción del término.
En Francia hay una modalidad para adquirir vivienda. El propietario, un adulto mayor, la vende a un comprador a cambio de una renta mensual, trimestral o anual. Este pago se suma a una especie de enganche al cerrar el trato, casi siempre el 30 por ciento del valor del inmueble.
Lo interesante viene a continuación. Cuando el propietario muere, el comprador toma posesión de la casa automáticamente. La muerte del vendedor debe ser imprevisible y tiene que ocurrir al menos 20 días después de firmado el contrato.
Hay dos modalidades. En una el dueño sigue viviendo en la casa hasta su muerte. En la otra, el comprador ocupa la vivienda y continúa pagando renta hasta la muerte del casero. En ambas, el fallecimiento otorga al comprador la propiedad definitiva del inmueble.
Este esquema le habría ahorrado muchas tribulaciones a Raskolnikov. Suena un poco tétrico -apuestas por la muerte de tu casero- pero también es realista y pragmático. El Servicio Público Francés lo ofrece como una alternativa más para adquirir casa. Se llama renta vitalicia.
No todo es dinero y más dinero para generar alternativas de vivienda. A veces también se requiere imaginación para buscar opciones acordes a nuestra realidad cultural y social. Vivimos una crisis global de altos precios y mercantilización del derecho humano a la vivienda.
Entre las veinte reformas de AMLO cuyo debate comenzó esta semana en la Cámara hay una relacionada con la política de vivienda (más vale tarde que nunca). Propone la modificación del artículo 123 de la Carta Magna para que el Infonavit vuelva a construir vivienda económica para los trabajadores.
También introduce el concepto de “renta social”. Las casas propiedad del Infonavit se ofrecerían en rentas que no excedan el 30 por ciento del salario del trabajador. Bastaría cotizar un año para adquirir el derecho. A los diez, el beneficiario podría comprarla con facilidades.
En papel suena muy bien. ¿Pero de dónde sacará ese dinero el Infonavit? El desastre histórico de la política de vivienda en México se refleja en más de 6 millones de casas abandonadas -14 por ciento del total- con un déficit de 8.2 millones que necesitamos (Inegi).
Finalmente, sobre la renta vitalicia, el francés nos contó que se dio el caso de un comprador cuya vendedora, Jeanne Calment, se convirtió en la mujer más longeva de la historia: murió a los 125 años. Ninguna política pública es perfecta.
jonathan.lomeli@informador.com.mx