Ideas

Una fábula sobre la crisis constitucional

México enfrenta una posible crisis constitucional si la mayoría de la Corte respalda el proyecto del ministro González Alcántara para invalidar parte de la reforma judicial.

En mi columna de ayer, “Guerra de Poderes”, expliqué este debate de la forma más clara que me fue posible.

Bajo la misma lógica, se me ocurrió una fábula para ilustrar la discusión. La mejor manera de entender el mundo y la realidad, estoy convencido, es a través de historias.

Imaginemos que en una familia, el padre fija la siguiente regla para todos: está prohibido subirse a la mesa del comedor.

Todos acatan la regla y si alguien se sube, se le impone un castigo, sobre todo a los niños.

Pasa el tiempo y los niños crecen.

Un día se funde el foco del comedor y el padre necesita subirse a la mesa para reemplazarlo. Al ver que sus hijos han madurado, el jefe de familia decide que esa regla puede cambiar.

Entonces anuncia que la prohibición se elimina, pero la mamá se opone de inmediato. Comienzan una discusión:

Mamá: No estoy de acuerdo. Nadie se puede subir a la mesa. Es la regla. No permitiré que atenten contra la armonía de este hogar.

Papá: Pero ya cambié la regla, ¿cómo estaría prohibido si la regla ya no existe?

Mamá: Por que existe el riesgo de que se suban los niños y quizá hasta los invitados, uno nunca sabe.

Papá: Es absurdo, los niños ya crecieron y ningún invitado la usará para otra cosa que para comer.

Mamá: ¿Y si el día de mañana un indigente se mete a la casa y convierte la mesa en su cama?

Papá: Eso es un extremo. ¡Si sólo necesitamos subirnos para cambiar el foco! Y en todo caso, yo pongo las reglas.

Mientras tanto los hijos, ya mayores de edad, un poco hartos y un mucho sorprendidos, atestiguan la discusión infantil de sus padres.

En esta fábula, el papá representa al Poder Legislativo, que establece las reglas; la mamá es el Poder Judicial, que rechaza un cambio a la Constitución; el temor al indigente en la mesa refleja el miedo a reformas extremas como la tortura, y el foco fundido es nuestro sistema de justicia.

Los niños pasmados somos nosotros.

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