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Una disculpa de Pemex y de paso de Jiménez Espriú

Si el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador quiere una disculpa del Gobierno español y de El Vaticano por los abusos y atropellos ocurridos en la conquista, no tendrá otra opción que aceptar la petición hecha ayer por el gobernador Enrique Alfaro para que instruya a los directivos de Petróleos Mexicanos (Pemex) para que ofrezcan una simbólica disculpa por lo ocurrido hace 27 años, el 22 de Abril de 1992.

Ese día millones de litros de hidrocarburos que saturaron el drenaje desde la entonces Planta La Nogalera de Pemex hasta el Centro de la ciudad hicieron explotar más de 15 kilómetros de calles en el Sector Reforma, causando cientos de muertos y heridos, y daños multimillonarios. La cicatriz de lo que fue la peor tragedia colectiva en la historia reciente de la ciudad permanece en esta zona que nunca pudo recuperar la dinámica social que tenía antes de ese fatídico miércoles de semana de pascua.

Por cierto, quien ya se disculpó sin que nadie se lo pidiera fue Ignacio Morales Lechuga, quien era el titular de la entonces Procuraduría General de la República en el momento del siniestro. Él fue el autor de la inverosímil hipótesis que llevó a la cárcel a varios funcionarios de Pemex, del SIAPA y al entonces alcalde de Guadalajara, Enrique Dau Flores, y en noviembre de 2017, 25 años después de la tragedia, ofreció disculpas a los que siempre se consideraron chivos expiatorios de aquel episodio.

“No hay en el accidente de Guadalajara y, lo reitero, accidente, una conducta criminal intencional de causar daño a nadie, se trató de una desafortunada negligencia de los encargados de Pemex de no estar vigilantes de la protección catódica del ducto”, dijo en la FIL del 2017 al insistir en la hipótesis del “hoyito”, que nunca nadie creyó.

Insisto que los estallidos del 22 de Abril de 1992 fueron la primera gran consecuencia de la corrupción y el tráfico de gasolina que hoy conocemos como el huachicoleo y que se daba mucho antes con la complicidad de altos funcionarios de Pemex.

Desde la década de los 50 en el siglo pasado, los empresarios que fabricaban velas y cuyo insumo principal era la parafina que sólo vendía Pemex, fueron los primeros en conocer las actividades huachicoleras de sus funcionarios en Jalisco. Burócratas que trabajaban en la entonces oficina de Pemex, que se ubicaba en la calle Colón frente al templo de Aranzazú, y los administradores de las bodegas donde despachaban la parafina que estaban en la colonia de El Fresno, acudían a visitar a sus domicilios particulares a los empresarios para ofrecerles la materia prima “por fuera” y a mejor precio, a cambio de un “buen moche”. Como siempre hubo quien aceptó y quien no.

Eran los tiempos en que el director de Pemex era Pascual Gutiérrez Roldán, entre 1964 y 1970, suegro del ahora secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, quien también se podría sumar a las disculpas, como parte del autollamado Gobierno de la cuarta transformación.

jbarrera4r@gmail.com

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