Un respiro
A Julio César Cu Cámara le toca, literalmente, hacer el trabajo sucio. Su profesión es única en el mundo, y le ha dedicado los últimos 39 años de su vida: es buzo, pero uno muy peculiar. A diferencia de otros colegas suyos, él no se sumerge en las profundidades del mar, entre peces o arrecifes de colores, sino en los drenajes de la Ciudad de México.
El espesor de las aguas negras donde se zambulle es tal que apenas baja unos centímetros y todo se vuelve absolutamente oscuro, ya no se puede ver nada. Por la densidad del lodo, el excremento y la basura ni siquiera con lámparas especiales alcanza a ver su mano ni teniéndola al frente, pegada al casco. Cu Cámara ha aprendido a trabajar “a ciegas”, allá abajo, en la oscuridad, sus manos se convierten en sus ojos. A tientas va retirando desde troncos, llantas, televisores y otros electrodomésticos hasta cadáveres y restos de animales.
Su trabajo nació, como suele suceder, por una necesidad: para poder quitar la basura y toda clase de objetos que se atoran en las compuertas y desagües, entre los desechos de sus más de 8 millones de habitantes. Él evita que la ciudad se inunde. Desde 1983 es un buzo especializado del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), donde comenzó a laborar cuando era un joven.
Además de ayudar a evitar catástrofes -sobre todo en época de lluvias con toda la basura que malamente tira la gente en las alcantarillas-, Cu Cámara también ha colaborado en la búsqueda de restos de personas en distintas presas y canales.
Para sumergirse en las aguas negras utiliza un traje especial, con un gran casco de metal. Todo su equipo pesa cerca de 45 kilos. Cuando se sumerge, por el espesor y la oscuridad no puede nadar como los buzos y se arrastra por el piso, lo que incrementa el riesgo de que su traje se rasgue o rompa con algún clavo, varilla o vidrio. Desde la superficie trabajan con él otros compañeros, que van monitoreándolo y ayudándole con la oxigenación y protección.
A Julio César Cu Cámara se le entregará un reconocimiento en el Congreso de la Ciudad de México. Aunque su peculiar y valioso trabajo en el sistema de drenaje capitalino le ha dado cierta fama, sería la primera vez que le dan un agradecimiento público, oficial y formal por su trayectoria como buzo especializado.
A veces historias como esta, donde se reconoce la valiosa labor de mexicanas y mexicanos, pueden ser un gran respiro entre tanta violencia, balaceras y asesinatos. Porque no se trata de negar lo que pasa en nuestro país, pero sí de recordar que también suceden cosas extraordinarias y que a diario hay gente poniendo su granito de arena. Son muchos nuestros héroes anónimos. Enaltezcamos a quienes, aún sin conocernos, nos cuidan.