Un gran caricaturista
A Saúl Herrera
En alguna de las entrevistas que tuve con D. Jorge Álvarez del Castillo, en su calidad de director de nuestro INFORMADOR, hace ya muchos años, el hombre tuvo a bien preguntarme lo que yo pensaba de la página editorial, a lo que respondí sin pensarlo mucho, que me parecía más densa que “un kilo de plomo”.
En aquel entonces yo colaboraba solamente en la benemérita Sección Cultural y, supongo, D. Jorge pensaba que podría también escribir artículos de opinión mucho más cortos…
¿Usted la lee? me preguntó, con ese modo rápido e incisivo que a veces asumía.
-Muy poco, le contesté. Una franqueza que, al parecer, agradeció.
Y vino la siguiente, que tardé mucho más en contestar.
La verdad es que mi poco entusiasmo por la página de marras no me había llevado a pensar qué podía hacerse mejor de otro modo. Finalmente, supongo que, por comparación con algún periódico capitalino que solía leer también, le dije que le faltaba una “caricatura”.
Le brillaron los ojos y me espetó: “¡Consígame uno que las haga…!”
-¿De dónde lo saco? pensé.
La conversación derivó entonces precisamente en torno al hecho de que, habiendo tenido Jalisco antaño caricaturistas espléndidos (Zuno, Caricato, etc.) en ese momento brillaban por su ausencia.
Para dicha función “es necesario saber dibujar, ser chismoso y tener mala fe”. Así se lo oí decir a Julio Scherer García y, seguramente, es cierto: debe saber qué pasa, hallarle el lado chusco y poderlo plasmar.
Años después de aquella conversación surgieron algunos caricaturistas en la ciudad, mismos que nos dieron un nuevo aire pero no pasaron por nuestras páginas. Hubo en ellas artistas magníficos, eso es cierto, pero con demasiada bonhomía para sacudir el espíritu del lector a partir de la noticia del momento, hasta que un buen día, no hace tanto tiempo, como por arte de magia, apareció Qucho, quien, rápidamente me fue convirtiendo en uno de sus más entusiastas y fieles veedores.
La dichosa página editorial se fue transformando y se tornó mucho más atractiva y adecuada al tiempo, pero la llegada de Qucho fue la cereza del pastel.
Asimismo, el joven “monero” ha ido madurando y basta comparar su trabajo actual con el de hace un tiempo para darse cuenta de la gran mejoría. No recuerdo haber cruzado palabra con él, pero el hecho de toparme y anhelar ver lo que hace todos los días, da lugar a que yo solo me autorice a estar orgulloso de contarme, aunque sea nomás hebdomadariamente, entre sus compañeros.
Recientemente se ha hablado de él y le hemos visto su cara de verdad. Se ve un hombre bueno, pero ¡cuidado! porque su trabajo revela que es ya un gran caricaturista y su plumilla y pincel pueden ser un arma en verdad destructiva. ¡Qué bueno! Ser así es una fuente de riqueza para nuestra comunidad que entre todos debemos ayudar a conservar.
(jm@pgc-sa.com)