Un docto, ontológico y erótico estudio sobre la extranjería en México
Créame que tengo ya mucho tiempo preocupado por el malinchismo que los conquistadores, que eran españoles aunque ellos no lo supieran y que de hecho se asociaron con los tlaxcaltecas, quienes rindieron tributo a los gachupas y algunos les prestaron a sus chicas, todo para fregarse a los aztecas, que eran un pueblo muy civilizado y tan gourmets que practicaban el canibalismo, que según Bierce es “gastronomía de la vieja escuela, un gusto por los sabores sencillos del periodo preporcino”.
Pero por mis profundos estudios genealógicos danzables, me he dado cuenta que nunca he tenido un antecesor que viniera de algún otro país; vamos, lo más lejos que han llegado mis parientes fue a Autlán y puede que a bañarse en la Barra de Navidad, por lo que dudosamente sería considerado extranjero por estos rumbos, así que lo más probable es que mis antepasados ya estaban aquí cuando Francisco Cortés de Buenaventura o el muy criticado señor Nuño Beltrán de Guzmán andaban haciendo sus estropicios por estos lares.
Ahora que ser o tener extranjería en la sangre da cierto carácter, por ejemplo, si usted fue presidente de México, puede irse a vivir a los Madriles y allá lucir la plata en una nueva versión de los ricos indianos, sólo que ellos no vinieron y luego fueron, ellos sólo fueron. Los que han ido dicen que es muy bonito y la gente habla ceceando. Una excepción del autoexilio presidencial fue el ex presidente López Obrador, a quien le caen gordos los peninsulares porque aborrecía a un abuelo español que tenía, que algo le hizo porque no lo soportaba (síndrome de extranjería) y como no viajó, las malas lenguas dicen que vive en Palacio Nacional, en un campito que le dejó Claudita, que por ahora es la dueña del lugar y lo quiere mucho, pero él sí puede presumir de extranjería.
Dicen que en la ciudad de Puebla los descendientes de españoles cecean hasta la quinta generación y hablan con faltas de ortografía, pero todos traen su pasaporte de la Unión Europea.
El presidente López Obrador pausó la relación con la monarquía española porque no pidieron perdón. Ahora que, en honor a la verdad, los reyes que hicieron los estropicios fueron los Austrias, que si no me equivoco acabaron con Fernando VII y desde entonces están los Borbones, pero se las mentamos por la parte que les toque.
Por su parte Claudita, aunque ama profundamente a las tribus originarias, pues qué cree, es nieta de extranjeros por las dos puntas búlgara y lituana (aunque el apellido Pardo suena a nacional), pero extrañará la Cruz de Poibrene que está en el museo de Sofia y fue muy importante durante la revolución de 1878, cuando aquí estaba don Porfis, que como no tenía parientes allá, pues quería irse, como se fue y está enterrado en Montparnasse cerca de Vallejo, también de por acá.