Un día sin Raúl Padilla
Imaginemos un día en esta ciudad sin el legado de Raúl Padilla López. Borren del mapa la FIL Guadalajara y el Festival Internacional de Cine. Ahora eliminen el Teatro Diana, el Auditorio Telmex y el Conjunto Santander de Artes Escénicas junto con la Biblioteca Juan José Arreola y la Cineteca. Digan adiós a Papirolas.
¿Qué nos queda? El Teatro Degollado con la Filarmónica de Jalisco. Los teatros desactualizados Alarife Martín Casillas y Jaime Torres Bodet (¿alguien supo de su cartelera en el último año?). El Laboratorio de Arte Variedades, un galerón sin identidad ni funcionalidad que ninguna administración tapatía pudo terminar (ni como idea ni como obra). Y el Ex Convento del Carmen ahora cercado. También la Arena VFG, desastre vial y centro de espectáculos, dos en uno.
El mérito de Raúl, con todo y sus impurezas, fue que le arrebató el monopolio de la cultura al Estado que siempre la ha relegado a un segundo plano. ¿Se imaginan haber dejado la política cultural de cinco sexenios sólo en manos de funcionarios menores, transitorios y sirvientes del momento? ¿Qué tendríamos ahora?
Porque ese fue otro mérito de esta figura despótica y genial que instauró una “dictadura blanda” para alcanzar su propósito: “El Licenciado” no fue un funcionario trienal o sexenal, por eso pudo impulsar la continuidad de su obra durante 35 años.
Raúl forjó y consolidó en 1995 la autonomía universitaria que garantizó a la UdeG libertad de cátedra y presupuesto propio. Eso le otorgó un gobierno absoluto de la Universidad para ejecutar su obra. Tuvo visión y talento. Como Próspero, ese ambiguo mago shakesperiano, déspota ilustrado y civilizador, la fortuna también fue su bienhechora; un hombre mediocre, en su posición, jamás hubiera descifrado la clave de los tiempos que le tocó vivir y transformar.
Ahora, ¿el fin justifica los medios? ¿Usó recursos para proyectos culturales en lugar de educativos? Eso afirman sus críticos, pero la Universidad creció su matrícula e infraestructura aunque no al ritmo deseado. Se le critica su visión empresarial de la cultura, ¿pero era mejor la visión folclorista y asistencial del Estado?
Como toda obra compleja, esta historia tiene múltiples lecturas en donde la noción de bien y mal, poder y sumisión, cultura y espectáculo, violencia y política, se entrecruzan y tejen. Esa es su riqueza y su pobreza, como todo lo humano.
Freud definió a la cultura como la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de los animales. El arte, generador de belleza y máxima expresión de la cultura, sería una indemnización contra las tribulaciones y sufrimientos que nos impone esta vida consciente.
¿Qué es un libro, un concierto musical o una obra de teatro sino “muletas” para sobrellevar los días y esta realidad? Eso alentó Raúl Padilla López toda su vida. Y en eso fue infatigable.
jonathan.lomelí@informador.com.mx