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Un cuento de Navidad

Aquella ocasión la tarde estaba sombría, hacía frío y un nublado insistente lo pintaba todo gris.

Los chicos no habían participado en “Las Posadas” con sus amigos, como en años pasados, y no obstante, permanecer en casa era agradable porque Mamá se empeñaba en organizarles juegos, concursos y cantos.

Papá tenía días de intenso trabajo y no había podido ir a casa en esos días. No sabían nada de él.

Mientras tanto, hubo también momentos de oración en los cuales Mamá les explicaba el sentido de la Navidad, que es más una fiesta del corazón, que una reunión.

La situación no es para andar en reuniones y tertulias, no es para ir a veladas y banquetes, mucho menos para meterse en aglomeraciones, donde entre tantas muchedumbres se pueden contagiar…

-Pero los vecinos sí van…

-Ellos no son de esta casa,-afirmaba contundente Mamá.

-Hoy tenemos que estar juntos y aquí vamos a vivir una Navidad diferente.

-Cada quien va a inventar un juego y juntos cantaremos villancicos. Y también haremos una oración para que papá esté bien y pueda regresar a casa sin contratiempos.

Así entre algunas protestas, la inflexible madre no se dejó doblegar y en menos de lo pensado, ya estaban cantando y jugando entre todos y disfrutando lo que ni siquiera se habían imaginado.

Cuando se cansaban de “adivina adivinador” empezaba el “basta” y luego Mamá sacó del bolsillo de su delantal unos post it, y los repartió diciendo. Cada quien va a escribir qué es lo que le gusta de cada uno y se lo va a pegar en la espalda al indicado.

Luego dio otra hoja a cada uno y dijo: aquí van a anotar algo que le quieran regalar a cada uno de sus hermanos, y también a papá.

Hubo sorpresas muy hermosas a Mamá le dijeron que lo más hermoso de ella eran sus manos, sus ojos y su sonrisa…

En cierto momento Mamá dijo:

-Esta Navidad sólo tendremos para la cena, buñuelos y atole.

-¿Y el pavo? –dijo uno de los niños.

-Hoy hay algo más importante, el amor de nuestra familia, y que todos estemos juntos y estemos bien…

En ese momento timbró un cel. Era una noticia triste:

El papá de uno de los amigos de los chicos, acababa de morir.

Juntos hicieron una oración y se quedaron pensativos.

Papá está trabajando intensamente y no sabían si llegaría a tiempo para la cena de Noche Buena. Tenemos que estar juntos y tenemos que tener Fe para que Dios nos ayude a estar todos bien y felices. Para que hoy aprendamos a querernos más y de veras. Ese es el mejor regalo que podemos recibir en esta Navidad.

* * *

Mientras tanto en la Compañía donde Papá trabajaba, cuando ya el cansancio doblaba los párpados, llegó el jefe y dirigiéndose a su selecto grupo de empelados fieles les dijo:

-Agradezco la dedicación y el cuidado que han tenido este tiempo tan difícil… hoy quiero que cada uno vaya a su casa directamente, sin detenerse en tiendas o en compras. Lo único que yo puedo darles hoy es este paquete, para que cuando lleguen con su familia, lo abran y lo compartan.

Cuando Papá llegó a casa, los niños estaban pensativos y silenciosos. De pronto escucharon la cerradura y Papá llegó con careta y cubre-bocas, y con el gran envoltorio que en la oficina le diera el jefe.

Cuando abrieron el paquete, la mesa estaba ya puesta, los buñuelos en el centro y el atole todavía al calor de la estufa. De pronto, cuando hubieron quitado todas las envolturas, descubrieron un delicioso pavo asado y otros complementos para la cena.

La alegría desbordante era contagiosa, pero sobre todo el consuelo de ver a Papá sano y salvo compartir en casa el amor y la vida que Dios les permitía vivir, después de tanto esfuerzo por cuidar y cuidarse mutuamente para conservar la salud y vivir una Navidad diferente, pero ciertamente hermosa.

Animo, pues, chicos y grandes, cuidar y cuidarse es empeño de todos, Dios nos dará luz, fuerza y gracia para lograrlo.

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