¿Un México feliz?
Nuestros gobernantes tienen un poder desmesurado. Nuestra paz mental actualmente depende de la obtención de una vacuna. Nuestra libertad se encuentra más difuminada que nunca con un aislamiento a medias. Nuestra economía no detalla un pronóstico positivo. Esta es nuestra realidad al día de hoy. Los aspectos previamente mencionados nos hacen preguntarnos: ¿qué tan diferente está nuestra realidad a las distopías que vemos en el cine o que leemos?
Hace unos años, me sorprendía con las obras de Aldous Huxley y George Orwell y consideraba a las distopías alejadas del mundo fáctico. Dentro de su novela, “Un mundo feliz”, publicada por primera vez en 1932, Huxley presentó el peligro de otorgarle el total poder de las tecnologías al Estado. Asimismo, los ciudadanos estaban condicionados a realizar únicamente las actividades para las que han sido programados y el pensamiento crítico desaparece. La novela no desprecia las jerarquías y divide a las personas en “alfas, betas, gamas, deltas y epsilones”. A los deltas, por ejemplo, se les condiciona desde una temprana edad a odiar los libros y la naturaleza para asegurar que nunca desarrollen un conocimiento que les permita rebelarse. Esto ocurre, mientras los alfas son respetados, inteligentes y tienden a ocupar cargos de dirección para realizar tareas complejas en favor de la sociedad.
El libro plantea otro argumento interesante: una droga denominada “soma”. La misma se repartía por grandes fabricantes con el propósito de revertir sentimientos negativos, alejarte de la realidad y tranquilizar a la ciudadanía. Esto es, una dosis de soma te abstrae de la realidad y te coloca en un mundo artificial por un tiempo específico, dependiendo de la cantidad que tomes.
Sin estirar mi argumento al extremo de decir que ya estamos en una especie de distopía indirecta, estoy cierto que nuestra realidad representa más de un rasgo de estas tétricas novelas. Es innegable que en México las clases sociales están claramente divididas y la brecha económica es abismal. La educación no llega a todos los ciudadanos de manera equitativa y si bien es un derecho, no todos gozan de la misma. Asimismo, si bien no hay una droga tangible que nos abstrae de la realidad a nivel colectivo, se puede asemejar con la creciente tecnología y el monopolio de las redes sociales. Somos extraídos de la realidad para vivir por medio de aparatos tecnológicos y hemos reconfigurado nuestra noción sobre lo que significa vivir.
Huxley escribió su novela hace varias décadas, en un momento en el que no estábamos ni remotamente cerca de tener los avances tecnológicos que tenemos el día de hoy. Es por ello que resulta relevante detenernos un segundo a meditar si nuestras vidas se van deshumanizado sin darnos cuenta conforme avanza el tiempo.