Tres grandes cementerios
Se va a ir.
Se tendrá que ir.
En dos años más Andrés Manuel López será historia como Presidente y pasarán muchas cosas.
Su sucesor, sea Marcelo o Claudia, en el más puro estilo de los tlatoanis aztecas deberá destruir buena parte de la huella de su antecesor y al no llegar al poder con la abrumadora popularidad con que llegó López deberá tejer un gran proyecto de reconciliación nacional, donde por fuerza deberá estar incluida esa clase media que se encuentra tan caliente en redes sociales y chats de WhatsApp, que el Presidente ha ninguneado y sobajado y que marchó como una enorme multitud por Paseo de la Reforma en Ciudad de México hace algunas semanas.
Será imposible para él o la sucesora tratar de sostener los tres grandes proyectos o caprichos del Presidente saliente.
El aeropuerto de Santa Lucía, de seguir operando, lo hará de manera muy limitada y quizás como mero punto de conexiones entre vuelos que eviten el aeropuerto de la Ciudad de México, ese que también por capricho está operativamente en la lona y se ha convertido en una auténtica pesadilla para quienes tienen que llegar o salir de él.
Es un enigma qué será de la refinería de Dos Bocas si es que llega a operar y procesar petróleo. Está condenada a la desaparición sencillamente por el relevo de energías a nivel mundial y quedará como una gran ruina en medio de los esteros de Tabasco.
Y el más doloroso será el Tren Maya, que aunque tiene posibilidades reales de correr tan sólo en algunos tramos, muy lejos de lo que era el proyecto original, dejará una herencia de destrucción ambiental de magnitud insospechada.
Y es que además de las selvas que se están tumbando a marchas forzadas para que corran las vías del nuevo tren, es increíble la desfachatez del Presidente al asegurar que los pilotes que se van a perforar de más de veinticinco metros para llegar a piso sólido no van a hacer daño cuando se trata de un terreno calizo, inigualable en todo el país, extremadamente sensible que precisamente por sus fragilidad permite que corran los ríos subterráneos y se hayan formado los cenotes.
Ese daño es irreversible.
El que sea sucesor de AMLO, cuando se le pregunte por alguno de estos tres proyectos, tratará de voltear la mirada hacia otro lado y desviar la atención sobre algún otro problema para ignorar los daños de los tres caprichos.
Son indefendibles.
Y cuando López se haya ido quedarán sólo como enormes monumentos a la soberbia y la prepotencia del que quizás será el último Presidente que llegó al poder con esa abrumadora mayoría.
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