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Trenes quebrados

El sexenio de López Obrador se termina en menos de un año. Para octubre del 2024 tendrá que entregar la banda presidencial a la primera presidenta de México, ya sea su favorita Claudia o a la opositora Xóchitl.

El 20 de noviembre, el presidente publicó un decreto que crea 7 rutas de trenes de pasajeros. El decreto afirma que este proyecto es “un área prioritaria para el desarrollo nacional”.

Estas nuevas rutas correrán en las mismas vías que fueron concesionadas desde 1996. Por eso les pide a las empresas concesionarias que entreguen en enero, un plan de cómo harán realidad el proyecto, de lo contrario, la misión será entregada a los militares.

Las rutas son variadas: México-Veracruz, México-Guadalajara, México- Nuevo Laredo. Como último acto de gobierno AMLO pretende que los trenes de pasajeros vuelvan a circular por el país.

¿Qué tiene esto de malo? Seguramente muchos pensarán en los trenes de pasajeros en Europa o en Estados Unidos.

El problema es el mismo que ha arrastrado este gobierno desde su inicio: nunca analiza los proyectos por su viabilidad financiera.

Para ejemplos, hay montones. La 4T destruyó el NAIM, lo que costó 300 mil millones de pesos y lo sustituyó por un aeropuerto que no solo no resuelve la saturación del viejo aeropuerto de la capital, sino que necesita de un subsidio diario de 2 millones de pesos.

Lo mismo la refinería, que se suponía que costaría no más de 8 mil millones de dólares y que las cuentas ya van en 17 mil millones y todavía no se ve hasta dónde vayan a terminar los gastos.

Y del Tren Maya que construyen los militares, se suponía que no debería de costar más de 150 mil millones de pesos, cuando las cuentas ya van en 500 mil millones. Hoy la expectativa es que cuando ya esté en funcionamiento nunca deje de perder dinero.

El último ejemplo, la nueva Mexicana de Aviación que operarán también los militares. Se supone que ofrecerán “vuelos a precios
accesibles”, la realidad es que cuando se le preguntó a la Secretaría de la Defensa por el plan de negocios para su operación, SEDENA contestó que dicho documento “no existía”.

Solo la marca costó 815 millones. El próximo año tiene un presupuesto asignado por 119 millones y no se ve cuando pueda operar sin subsidios.

El problema de los trenes es el mismo: los sistemas ferroviarios de los países europeos operan con pérdidas que absorben los gobiernos nacionales.

Amtrak, la empresa que opera las principales redes de trenes de pasajeros en los Estados Unidos, opera con pérdidas de 500 millones de dólares anuales desde 1971.

En Europa resulta que no solo pierden dinero a montones, sino que deben cobrar tarifas que los sacan de mercado. En España es casi 4 veces más caro viajar en tren que en avión, en Francia 2.6 veces y en Italia 2.5 veces.

En Alemania las pérdidas desde 2016 promedian los 32 millones de euros por año, en Francia suman los 340 millones de euros.

¿Por qué los mantienen? Porque hay una tradición por el uso de este servicio que ha sido icónico en la historia europea y porque se aprecia como un transporte más limpio, pero estos lujos exigen grandes subsidios.

Allá les sobra el dinero, ¿y aquí?

Los trenes de AMLO no solo no resolverán ningún problema real de la sociedad. Y si llegan a funcionar, lo harán quemando dinero público que podría haberse destinado a mil cosas más provechosas.

Los caprichos y el uso irresponsable del dinero público serán una de las herencias más nefastas del sexenio actual.

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