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Transporte, un botón de regreso a la realidad

Bastaba ser usuario del transporte público, y no un especialista, para anticipar que el servicio colapsaría en algunos puntos de la ciudad con el Botón de Emergencia. Las imágenes de Periférico y Colón a las siete y media de la noche lo probaron.

        ¿Por qué muchos lo previeron excepto quienes diseñaron la estrategia? Porque la respuesta no estaba en el futuro sino en el pasado.

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El virus viaja en transporte público. Y este último ha sido minimizado como factor de contagio. El discurso oficial se ha concentrado en señalar las reuniones familiares y entre amigos como uno de los focos (30% de casos).

        Pero un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) concluyó que la probabilidad de contraer una enfermedad respiratoria como el COVID-19 es alta si se viaja más de 30 minutos en colectivo. Entre más pasajeros y más tiempo, el riesgo aumenta hasta tres veces.

        A finales de junio, el Centro de Análisis Estratégico Empresarial (CAEE) de la Canaco de Guadalajara difundió un estudio sobre los tres principales focos de contagio de COVID-19 en la metrópoli. En primer lugar están los hospitales, en segundo el transporte público y en tercero los tianguis.

Así la saturación del transporte público en el paradero de Periférico y Colón en junio pasado. EL INFORMADOR

La Línea 3 del Tren Ligero ha sumado, según datos del Siteur, un promedio de 63 mil viajes diarios en la metrópoli tras su inauguración, el 12 de septiembre. La primera alerta por el repunte de contagios se dio tres semanas después, el domingo 4 de octubre, cuando Enrique Alfaro advirtió que podía activar el Botón de Emergencia porque la población había relajado las medidas de sanidad.

¿Hay una relación entre ambos sucesos? ¿Se podían relajar más los protocolos sanitarios que los dos meses previos con una economía abierta al 90%? ¿O hubo un evento súper propagador vinculado al transporte público como ha ocurrido en otros países?

Parece que la ecuación fue equivocada: se trataba de una suma, no una resta. Más unidades de transporte para garantizar la sana distancia en vez de eliminar el transporte. Pero esto resulta imposible además de un negocio pobre. Jalisco está rezagado en el lugar 27 a nivel nacional en tasa por el bajo número de unidades del transporte público. Hay un rezago que impide cubrir una alta demanda. La lógica económica se impone sobre el servicio: menos unidades, sobredemanda de usuarios por ruta en horas pico, igual a más negocio para unos pocos.

La ola de usuarios (muchos sin cubrebocas) que corrían detrás del camión a tope en Periférico y Colón la noche del viernes no es culpa del Botón de Emergencia ni de los usuarios. En eso tiene razón el gobernador porque ocurre todos los días a las seis de la mañana y después de las ocho de la noche. Sólo se adelantó una hora y se hizo más visible el problema en otras zonas como Chapultepec.   

Las ganas de esta y la pasada administración por transformar el modelo de transporte son insuficientes. Lo único peor de abandonar un proyecto para reformar el transporte público es creer que lo logramos sin haber cambiado nada. ¿Cómo puede enfrentar la autoridad un problema cuya existencia ni siquiera reconoce porque el modelo de transporte «ya cambió»? La pandemia nos recordó que justo estamos en ese punto muerto y que el nuevo modelo de transporte sigue en papel.

Lo que ocurrió en Periférico y Colón la noche del viernes no fue una anticipación del futuro sino una repetición del pasado que vive el usuario todos los días.

       

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