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Transición Energética

El sexenio de López Obrador nos dejó un mensaje claro en materia de política energética: ir a contracorriente de la tendencia internacional hacia la descarbonización y apostar por los combustibles fósiles y la autosuficiencia energética representa un atraso para el desarrollo de oportunidades de inversión, la mejora y el cuidado de los recursos naturales de nuestro país y el impulso de la innovación y el desarrollo de tecnologías para energía. En este escenario, México se encuentra de cara a la que puede considerarse su oportunidad económica más relevante en las últimas décadas para potenciar el desarrollo, el nearshoring, con el desafío de abastecer la demanda de las empresas que buscan radicarse en nuestro país, pero requieren hacerlo de acuerdo a las certificaciones medioambientales internacionales. 

¿En dónde estamos parados? Cerrando un gobierno petrolero a la antigua, que invirtió cerca de 20 mil millones de dólares en la creación de una refinería, 600 millones de dólares en la compra de Deer Park y más de 1.8 billones de pesos en costos fiscales y aportaciones patrimoniales de nuestros impuestos a las empresas nacionales. 

A pesar de que a PEMEX se le destinó una parte considerable de los recursos presupuestarios del gobierno para parchar sus heridas financieras y realizar inversiones de gran magnitud, al día de hoy es la petrolera más endeudada del mundo.

¿Hacia dónde va la transición? Si bien es posible esperar continuidad en los proyectos del sexenio obradorista, estamos ante la apertura del país hacia las energías renovables. La presidenta señaló en su mensaje de toma de protesta que mantendrá la proporción entre la generación pública (54%) y privada (46%) de electricidad, también indicó que el Plan Nacional de Energía, incluirá inversiones en transmisión, generación, así como un programa ambicioso de transición energética hacia fuentes renovables de energía.

La meta planteada por la nueva administración es que el 45% de la energía eléctrica suministrada en el país provenga de fuentes renovables para 2030, algo que nos acercaría a los objetivos planteados en los Acuerdos de París y que en congruencia, debería también limitar la producción de petrolíferos. Además, se debe considerar la relevancia de los proyectos en torno a la extracción del litio, como el convenio de cooperación recién firmado con la Comisión de Investigaciones Científicas de Argentina y el Plan Sonora.

Es posible así esperar que se mantenga el discurso de la soberanía energética, así como que el Plan Nacional de Energía 2024-2030 impulse el desarrollo de energías limpias y renovables, la reducción de emisiones contaminantes y posibles colaboraciones entre el sector privado, PEMEX y la CFE, colaboración que como sabemos resultaba impensable en ningún porcentaje en el sexenio que recién concluyó.  

Mientras en sus últimos días la presidencia de López Obrador le recomendó a Claudia Sheinbaum continuar con los apoyos a las empresas nacionales, es posible esperar que la Secretaría de Hacienda estructure un plan con la Secretaría de Energía para realizar un cambio de estrategia con el objetivo claro de reducir el costo financiero/fiscal de las compañías energéticas al presupuesto Federal.  

El único freno que puede tener el desarrollo de una industria que acelere los procesos tecnológicos hacia el uso de energías más limpias es un discurso extremo en torno a la soberanía energética.

¿Es posible alcanzar la soberanía energética, contar con energías limpias en México y con finanzas sanas en PEMEX? esta es la magnitud de los desafíos a los que se enfrenta la presidenta, su trayectoria científica y las coordenadas que ha delimitado en su gabinete en esta materia son los primeros factores que marcan ya la diferencia del enfoque obradorista con esta nueva administración y que parecen anunciar buenas perspectivas en materia energética y ambiental. 

La diferencia entre el nuevo gobierno y el que acaba de concluir es que la visión de la presidenta en materia ambiental puede ser el picaporte que consolide que México pueda aprovechar la gran oportunidad que significa el nearshoring, así como el valor distintivo de su gobierno al abrir la puerta a nuestro país a una nueva era que concilie el cuidado del hábitat con el desarrollo.

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