¿Traidores? El PAN se equivoca de nuevo
El Partido Acción Nacional tiene una campaña en redes sociales en las que acusa al presidente Andrés Manuel López Obrador de traidor a la patria. El PAN sigue sin entender lo que se espera de ellos en un momento tan crítico. Qué revelador.
AMLO no es un traidor a la patria. Tampoco lo son, por supuesto, las y los legisladores de la oposición que votaron en contra de la reforma eléctrica el domingo o que se salieron de la sesión del lunes en la que se votaría una ley minera.
Si el partido en el poder ha lanzado desde el fin de semana una deleznable campaña de descalificación y ataques a los opositores, a quienes busca etiquetar como traidores a la patria, lo que toca es rechazar o incluso condenar tales términos, y no rebajarse al mismo nivel, evitar la trampa de responder en idéntica forma, cuidarse de no colaborar activamente en esta depreciación del debate y el diálogo, en este socavamiento de la democracia.
Y si un partido debería saber eso es Acción Nacional, que durante décadas lidió con el autoritarismo.
Frente a los despropósitos del presidente, de sus delegados en Morena, de no pocos de sus legisladores e incluso de la jefa de gobierno capitalina, es obligación de los ciudadanos extremar el sentido de alerta para no normalizar el uso de un concepto tan grave como el de traición.
Esa no normalización, reitero, implica rechazar el denuesto, pero también nos obliga a no contribuir a la trivialización del mismo.
Es un error abrirle la puerta al término traición tanto para devolver el ataque como para tratar de minimizarlo. Es democráticamente tóxico incorporarlo al habla, así sea en sentido figurado, irónico o hasta chocarrero.
Comentaristas y personajes diversos no parecen haber aprendido gran cosa del pasado reciente; no asimilaron la lección de que no se debe adoptar un lenguaje o un argot que está diseñado desde el poder para desnaturalizar la calidad de la interlocución y de los interlocutores.
Se equivocaron no pocos columnistas y líderes de opinión cuando hace años literalmente se pusieron camisetas con las que presumían que Sí, soy f*f*. Se pusieron donde el presidente quería tenerlos. Y ahí los tiene.
Le dieron entonces, y parecen dispuestos a darle a ahora, un triunfo cultural a AMLO, que les descalificó desempolvando un término porfirista y ellos lo masticaron acríticamente, frívolamente incluso.
Aceptar esas etiquetas es pernicioso. Esas incorporaciones al lenguaje buscan devaluar la condición esencial de una discusión pública: queda comprometida la posibilidad de que todos tengamos los mismos derechos a expresarnos y, sobre todo, a ser escuchados; adoptaste una descalificación que era tan absurda que te pareció inofensiva, pero no es así. Si les ayudas a despreciarte, luego no te quejes de ser descalificado o de plano anulado.
Conseguir en redes sociales mascarillas para que uno mismo se retrate en el bando de los “traidores” por el hecho de oponerse a Morena es un craso error.
Y quienes más obligación tienen de cuidar que la calidad democrática no decaiga son los partidos políticos.
Después de su triunfo en San Lázaro el domingo, la oposición no se puede permitir una borrachera de soberbia. Porque ganaron una batalla, mas no tienen nada aún rumbo al futuro.
Pero el PAN no entiende. Se subió a un ladrillo y creyó buena idea adoptar el lenguaje de la traición que echó a andar Morena.
El añejo PAN supo combatir al PRI sin adoptar (inicialmente) sus prácticas. El nuevo PAN juega a normalizar la traición. Qué gran riesgo que otra vez no entiendan.
sal.camarena.r@gmail.com