Trabajadoras domésticas, por favor
El trabajo de casa sólo se nota cuando no está hecho. No es común -en los países del primer mundo- contar con ayuda doméstica. Eche un vistazo por ahí a series escandinavas, gringas o europeas en general, y verá que el señor cocina, lava platos, recoge sus chivas, plancha, lleva niños al colegio, atiende asuntos mundanos de casa y tantos otros menesteres que hacemos aquí (casi enteramente) muchas de las señoras de cualquier casa, junto con la ayuda de las trabajadoras domésticas. Hace años que me repugnan ciertos anuncios de búsqueda en internet donde plasman algunas doñas copetonas, una lista de requerimientos para que una “muchacha” -en el mejor caso-, o una “sirvienta” les ayude o les haga por completo la tan digna y ardua labor de llevar una casa. En la mayoría de los casos y sin mucho más análisis que una primera lectura, estos pequeños anuncios de ocasión modernos, evidencian una desesperación e histeria absoluta por parte de estas mismas doñas, por haber sido abandonadas, dejadas, aventadas con todo el barco encima. Suenan justo a eso, ahora que lo reflexiono, a abandono, suenan a una angustia terrible, suenan a que no pueden ni podrían pedirle, porque no saben y no pueden los señores hacer aquella chamba de la que ni se acuerdan que existe.
En esta sociedad mexicana estamos muy mal acostumbrados a educar a nuestros hijos en esas labores. Entiendo que en nuestra dinámica contemporánea nos sea necesario contratar tal servicio para poder hacernos cargo de los servicios que nosotros damos y ejercemos. Pero la dignidad de tal trabajo se mal entiende al hablar como si estuviéramos todavía en la época de la conquista al usar expresiones como: “te presto a fulana” o “me pasas a perengana”; tal si fueran caballos o peor aun, esclavas modernas. Estos manifiestos entre muchos otros, son terriblemente dolorosos y abren aun más, la brecha de la desigualdad y el clasismo tan presente en nuestro país.
Es verdad que no en todas las casas sucede lo mismo, conozco y reconozco a una generación de familias enteras quienes tratan a quienes ayudan en casa como un miembro más con toda la dignidad y respeto que se merece. Pero acá me quedaría con dos cuestiones, ¿por qué nos da miedo hacer que los hijos se sientan parte de su hogar y colaboren con las tareas domésticas? Y la segunda, ¿No sería más fácil llevar con una pareja la casa en armonía? No sé, afortunadamente en este país hay trabajo para todos y todas, ojalá vayamos al camino del respeto. Ojalá.
argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina