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Tope a Airbnb

Un chiste cuenta cómo un conductor circula por la autopista cuando en la radio escucha al locutor que advierte de un loco manejando en sentido contrario por la autopista. Desconcertado, el conductor  piensa: ¿un loco? ¡Si todos vienen en sentido contrario! 

Guadalajara corre el riesgo de convertirse en ese chiflado al volante que en algún momento debe cambiar de rumbo en materia de regulación y derecho a la vivienda para evitar una colisión.

Otra vez se nos adelantó la capital. 

El Congreso de la Ciudad de México aprobó una reforma a la ley de vivienda y turismo que fija un límite de ocupación anual de 50% para los inmuebles registrados en plataformas como Airbnb. Es decir, un propietario sólo puede rentar su inmueble por máximo medio año. 

En agosto pasado, los legisladores capitalinos también toparon el precio del alquiler de vivienda para que de un año a otro no pueda aumentar más que la inflación. 

El modelo Airbnb o de turismo de corta estancia tiene un efecto pernicioso en la morfología de las urbes y agrava la crisis de vivienda. Impacta en los precios del alquiler, los costos de las casas y el desplazamiento de habitantes locales (gentrificación). 

Comparto un ejemplo.  

En el polígono que comprende la colonia Americana de Guadalajara se ubican una de cada 5 viviendas en Airbnb de las 2 mil 851 registradas en toda la metrópoli, según el Programa de Desarrollo Metropolitano del AMG 2024 elaborado por el Imeplan.  

Este polígono registra un comportamiento demográfico inusual. 

En una década (2010-2020) aumentó 22% la vivienda disponible (mil 300 viviendas más),  pero la población creció sólo 0.2%, de acuerdo con el documento.  

¿Cómo explicamos que haya más viviendas disponibles sin que aumente la población? 

Obedece en parte al esquema Airbnb que tiene su epicentro en esta colonia. Sin embargo, la misma lógica se esparce por toda la ciudad. Los nuevos desarrollos verticales se ofrecen como “inversión” para renta de corta estancia, no para vivir. El propio gobierno de Guadalajara incentiva este modelo.  

Para entender los efectos de esta dinámica urbana imaginemos que vives en un barrio tradicional. Un día comienzan a construir hoteles. Primero en la esquina, luego otro frente a tu casa, uno más al lado, hasta que la colonia se llena de “cuartos” de hotel.  

Hay que darle servicios y diversión a esos turistas y nuevos residentes. Pero además, si traen dólares o euros, hay que ofrecerles más caro el alquiler y abrir negocios que puedan atraer una nueva clientela de alto consumo, local o extranjera. 

Surgen así el avocado toast con topping de hortalizas y el lonche de chilaquiles en 130 pesos. El costo de vida también se eleva (hace poco hablé del tema en mi columna “Gentrificación: ¿tú cómo la ves?”). 

Los cinco diputados capitalinos del PAN que votaron en contra de la reforma criticaron que el gobierno atenta contra la propiedad privada y el derecho a decidir qué hacer con los bienes obtenidos gracias al fruto de tu trabajo. 

Pero no se trata de una prohibición sino de una regulación ante un fenómeno que impacta nuestras ciudades y un derecho humano a la vivienda asequible y digna. 

El Imeplan planteó en la última Junta de Coordinación Metropolitana la necesidad de que el gobierno regule la vivienda en renta de uso turístico. 

Es una tendencia global. En Italia, Estados Unidos, España, Francia, entre otros, se ha regulado. En París, por ejemplo, la renta máxima al año de un inmueble en Airbnb es de 120 días. En California sólo se permite un mes, lo mismo que en Barcelona. 

Ojalá que los próximos diputados de Jalisco hagan su trabajo porque empezamos a parecernos al loquito que circula por la autopista, sorprendido porque los demás avanzan en “sentido contrario”. 

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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