Tolito recuerda el principio o sus orígenes
En virtud de que estoy totalmente hecho bolas por la situación actual en el país y como no puedo, como hará Claudita, que se irá con dulces nombres de luna de miel en unos días más, algo retrasada pero válida, porque yo la tendría cincuenta años después y no creo que se valga, pero por esa causa me dediqué a leer papeles del pasado, entre los cuales me encontré una edición de *El alcalde de Lagos*, de don Alfonso de Alba, que ha sido uno de los libros fundamentales en mi vida y, si alguno no lo ha leído, pues se ha perdido de una lectura maravillosa, que releerla es un gozo, y encontré también unos apuntes del tío Tolito sobre su versión de la iniciación del mundo.
Todos sabemos que en algún lado dice que el paraíso terrenal se encontraba situado entre el río Tigris y el río Éufrates, que traducidos del sumerio peninsular a Castilla significa que se encuentran entre los ríos Tamazula y Purificación, o sea que el paraíso quedaba en la meritita Resolana, que es exactamente el sitio señalado y al que, también, le falta muy poco para ser puerto de mar; eso lo sostiene, además de por la traducción de los nombres de su idioma original al castellano, por haberlo consultado en un par de libros que escribiera el fallecido Chencho Cuéllar, que describían los afluentes en su transcurrir.
Como todo mundo, al buscar genealogías, investigó sobre reyes o bandidos, o reyes bandidos, lo cual fue un fracaso ya que no tenemos antecesores de ninguna de las dos categorías y, aunque un poco decepcionado, encontró que nuestros antepasados eran personas comunes y corrientes, conocidos como del montón.
Pero sí recordó que el primer Enrigue, don Taurino Enrigue y Sabeque, que vino de no sé dónde, llegó a la Resolana -aunque parezca extraño- montado en un burro volteando para atrás, él, no el animal que llegó a la población, y el asno se paró en la puerta de la cantina “La me estoy riendo”, donde se embriagó diariamente hasta que se matrimonió con Urraca, mi tataratatara abuela, quien vivía ahí a la vuelta y, aunque era feíta, era rica y don Taurino no era fijado y decía que “las bonitas por bonitas y las feas por extrañitas” y que no es lo mismo que te digan “dame pa’l pan” a que te digan “toma, ve por el pan”.
Tuvieron, hasta donde se sabe, un buen matrimonio, donde ella pagaba las cuentas y, desde luego, mandaba, y él permanecía briago y obediente, y se sabía que tuvieron muchos hijos; aunque poca gente los miró, eran muchachazos muy bien dados pero que poco aparecían porque por la noche se dedicaban a recorrer las piedras de las cercas y por eso no se veían, pero las propiedades familiares crecieron notablemente.
@enrigue_zuloaga