Todos los Santos, fieles difuntos
La fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos, fijadas en la Iglesia de occidente los dos primeros días de noviembre, se remontan a una devoción a los santos muy antigua y muy anterior a la definición formal del culto a los santos en el siglo XVI e incluso a la reglamentación, en el siglo XII, de las canonizaciones. Antes de la centralización de éstas en Roma, existían formas de canonización por las comunidades cristianas más o menos descentralizadas.
Así, la fiesta de Todos los Santos se remontaría al siglo V, sin que tuviera una fecha única; en Roma o en Siria se celebraba a proximidad de la Pascua.
En el siglo VII, el Papa Bonifacio IV consagró a la Virgen María y todos los mártires del Imperio romano el antiguo Panteón, y la celebración fue el 13 de mayo, pues ese día del año 610 hizo trasladar ahí los restos enterrados en las catacumbas de la ciudad. Sería un siglo después cuando el Papa Gregorio III fijó la fecha el 1º de noviembre, al dedicar una capilla de la Basílica de San Pedro al culto de toda la corte celestial, ya no solamente los mártires. Pero curiosamente sólo en el siglo XX Pío X incluyó la fecha entre las fiestas de guardar.
En cambio, la conmemoración de los Fieles Difuntos ya era el 2 de noviembre desde antes del año 1000 en los monasterios benedictinos, de donde se extendió con rapidez por todo el Occidente, y era costumbre visitar los cementerios la víspera por la noche.
En el año litúrgico bizantino, de la Iglesia de Oriente, la devoción a las ánimas está más diluida; todos los sábados en general se dedican a la oración por los difuntos, por ser el día que Cristo pasó en el sepulcro. Pero en los “tiempos fuertes” hay varios más especiales (“sábados de ánimas”), la mayoría en Cuaresma o poco después de Pascua, como en la Iglesia primitiva: antes del carnaval; el segundo, tercer y cuarto sábados de la cuaresma, la víspera de Pentecostés, además de el martirio de San Juan Bautista y el sábado anterior al día de San Demetrio de Tesalónica. Esos días, tras la liturgia, se rezan responsos y se monta a veces una especie de altarcito con un plato hecho con trigo o arroz y miel (kolyva), que también se bendice y se consume en los ritos funerarios (señala Mircea Eliade que tanto el término kolyva como la ofrenda misma están documentados en la Grecia antigua, pero su origen es probablemente más antiguo, pues se han hallado residuos en vasijas del cementerio neolítico de Dipylon).
En cuanto a la fiesta de Todos los Santos entre los ortodoxos, es también una fecha variable, pues cae el primer domingo después de Pentecostés (como se celebraba ya en tiempos de San Juan Crisóstomo).
Como los protestantes desde el siglo XVI, no contentos con pelearse con el Papa también agarraron pleito contra los santos, pues no observan estas fechas. Con eso se quedó totalmente destripada su tradición de Halloween, literalmente “víspera de todos los bienaventurados”, en la que difícilmente se adivinan vestigios de su sentido original.