Todo lo inventa el rayo de la aurora
El lunes pasado anunciaron que fue el poeta David Huerta el ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019, cosa que celebro mandándole un fuerte abrazo y contándoles a ustedes un par de anécdotas de las veces que nos hemos encontrado en esta vida.
Primero, cuando era editor de libros de literatura y el poeta Sergio Mondragón, quien colaboraba con Manuel de la Cera en el ISSSTE, me invitó para coeditar en 1984 una antología con obras de los poetas que participaban en el programa Charlas y lecturas de poesía, poetas que viajaban a los centros habitacionales para platicar y leer su poesía. El libro lo tituló República de poetas (Martín Casillas Editores, 1985) y se convirtió en un instrumento más del programa. Uno de los treinta y seis poetas era David Huerta a quien le publicamos, entre otros poemas, Amanecer, con todo y el epígrafe de Jorge Guillén: Todo lo inventa el rayo de la aurora, tal como he titulado esta colaboración.
Cunde el amanecer:
polvo que tiembla pálido
a la orilla del día,
esplendor indeciso
en los techos profundos,
claridad primordial
y leve incandescencia.
David nació en 1949 y es hijo de Efraín Huerta, poeta por su cuenta y riesgo, con quien estuvimos el día que presentó uno de sus libros cuando el maestro de ceremonias dijo: “les voy a leer el último poema de Efraín” y éste, se levantó de su silla, atravesó la sala y micrófono en garganta le reclamó: “¡No el último, pendejo, el más reciente!”, defendiendo de esta manera brutal su vida como poeta.
Los poemas de David son “una reflexión sobre el estar y el ser, y también sobre la escritura, el estilo y la forma...” -decía Mondragón- y con ellos trata de explicar la realidad y el yo que bien sabemos las respuestas que tangamos son provisionales pues, sin duda, se exploran en el tiempo y, en algunos casos, desde el amanecer:
Qué perfección de tenue
laberinto de espejos,
de murmullos de calles.
La vigilia enarbola
imágenes pausadas.
Amplio respira el mundo
que se ahonda sin límite.
Un segundo encuentro se llevó a cabo cuando actuaba como director editorial de El Economista (1988-1995) y lo invité para que colaborara en la sección cultural La Plaza. Entonces, nos propuso entregar cada semana una “Vida perpendicular”, en donde ensayaba encuentros opuestos o vidas independientes, para nada paralelas como las de Plutarco que, en algún punto, se cruzaban ya fuese en su imaginación, en el espacio o en el tiempo, tal como la semana que entra retomo la idea de lo que hizo Iván Turgueniev con don Quijote y Hamlet, así como, con Cervantes y Shakespeare, para completar de esa manera este modesto homenaje a David Huerta recordando aquella época tan feliz.
“Al soñar su República ideal, Platón destierra de ella a los poetas, mentirosos que incitan al placer y al dolor en detrimento de las leyes y la razón, aunque luego reconoce que Homero y los otros poetas trágicos formaron Grecia y que leyéndolos se aprende a gobernar y dirigir mejor los asuntos humanos” -como lo apuntó Sergio en la Introducción y de ahí el título para que Platón se revolcara en su tumba: República de poetas.
Merecido premio le han dado a David, que lo entregan junto con los ciento cincuenta mil dólares que le van a caer de maravilla, pues, es un poeta que tiene los pies en la tierra, habla en voz baja y suave porque sabe que “la vigilia enarbola imágenes pausadas” y que, a esas horas, “amplio respira el mundo” o como decía Schiller:
¡Alégrese quien respira a la rosada luz del día!
Todo es nuevo al amanecer, excepto los sueños; todo es nuevo y si amanecemos amando no queremos ver los rayos del Sol ni el polvo que tiembla pálido a la orilla del día, ni del esplendor indeciso, así como no nos importa reconocer que cuando algo empieza, algo se acaba.
(malba99@yahoo.com)