Tirar este mundo y hacer uno nuevo
La ambición histórica en los políticos siempre ha sido un motor admirable. Es un incentivo mayor que el del poder o las riquezas y, con contenidos justos, no es una ambición perversa.
Si Andrés Manuel López Obrador quiere ser como Madero, pues que le dé, y si quiere encabezar el movimiento político más grande del mundo, pues que le trabaje. Por ahora tiene un tercio del electorado mexicano, que no es poco decir.
El caso de Enrique Alfaro es similar, aunque el político jalisciense tiene un par de ventajas: es mucho más joven y mucho menos contradictorio. Pero sí, también lo mueve la trascendencia histórica: quiere un Jalisco nuevo y quiere encabezarlo él. Quiere otro Jalisco y no se lo va a pedir a dios ni a la Virgen ni al presidente. Él confía en que tiene la fuerza y el equipo para hacerlo.
Esto puede causar risa a los que menosprecian la voluntad individual como agente de cambio histórico o preocupación a los que consideran que sacudir el tablero para ver qué sale puede traer peligrosos retrocesos. Y bueno sí: en el mañana no sólo existe conservación del status quo o progreso hacia la felicidad universal y luminosa. Con frecuencia también hay hoyos negros, degradación y pérdidas.
Entonces, a algunos les causa risa, a otros temor y a otros les da esperanza. Estos últimos confían en una refundación estatal como camino luminoso, aunque eso de la refundación del gobierno como mecanismo de limpieza es una de las más grandes patrañas que he escuchado. Sin embargo, hay algo muy interesante en este planteamiento de renovación: la discusión sobre la relación entre Jalisco y la Federación.
¡No hay más que aplaudir a eso! No redundará directamente en felicidad ciudadana ni en comodidad económica inmediata, pero es un problema de organización nacional que nadie aborda y que es urgente. Los gobernadores, cuando no están sometidos al Gobierno federal, como bien dice Clemente Castañeda, tienen que dedicar un extraordinario esfuerzo a defenderse, no sólo políticamente, sino presupuestalmente. Y no sólo para gestionar recursos, sino ¡para no entregarlos! A un partido, a unas campañas, a unos grupos, a unas empresas beneficiadas por el Gobierno federal.
Lo que no se entiende aún es cómo encaja esta extraordinaria y perfectamente realizable propuesta (ajustar las relaciones con la Federación) con la imponente idea de una refundación estatal y un nuevo pacto constitucional local que no tendrá impacto en las leyes generales. Dice Castañeda que la nación tiene que entender que Jalisco no significa un senador (o dos o tres, pues), sino una Entidad que debe tener el trato que se merece y que él (y MC) defenderán a Jalisco. Le dejo una idea: defender a Jalisco no es, ni de lejos, refundar nada. Consolidar a Jalisco como una Entidad que marque el rumbo nacional, eso sí sería pensar en grande.
¿Y los jóvenes?
Desaparecieron tres el 19 de marzo, y hay más. ¿Dónde están? ¿Cómo se detiene la succión de ese agujero negro?
(ivabelle@gmail.com / @ivabelle_a)