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Teuchitlán: miedo y preguntas

El caso del Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, es estrujante, terrorífico. Con el paso de los días, la increíble crueldad se afianza y asusta más, en lugar de diluirse. No es sólo un asunto de hornos crematorios clandestinos, de fosas donde han encontrado restos humanos. Se está convirtiendo en la primera gran prueba para el gobierno estatal que encabeza Pablo Lemus Navarro, particularmente por su compromiso y propósito de enfrentar con transparencia y decisión el drama de los desaparecidos en Jalisco.

El caso Teuchitlán ya rebasó por mucho el ámbito de Jalisco.

Ya fue tema de conversación en la mañanera de la presidenta Claudia Sheinbaum. Por la declaración que hizo, sintética y directa, se aprecia que ella también está sorprendida por la sevicia de los sicarios y del sistema que ha establecido el crimen organizado para cebarse en los jóvenes, engañarlos, atraerlos y convertirlos en matones, y desecharlos como animales cuando así conviene. Que la Fiscalía General de la República, dijo la presidenta, tiene en estudio el tema para definir si lo atrae a su competencia. Se están tardando.

En este tema, como en todo lo que está relacionado con la violencia y la inseguridad, no hay tiempo para “hacer análisis”. Lo que urge, como lo han dicho tantas veces, durante tantos años, es la colaboración y la cooperación inmediatas. Urge que se instale un operativo para tratar de identificar los restos humanos, para perseguir a los responsables y aplicar la justicia por todo lo que pasó en ese lugar donde además, había un “campo de adiestramiento” para engrosar las filas del grupo delincuencial.
Y entonces surgen las preguntas como en cascada.

¿Se fincarán responsabilidades a las autoridades que habían intervenido en el rancho desde septiembre del año pasado, o no pasará nada para ellos? ¿Es posible que se crean el argumento de que no se habían dado cuenta de los hornos clandestinos porque “el lugar es muy grande”?

Más cuestionamientos: ¿De verdad nadie se daba de lo que estaba pasando en este lugar? ¿Nadie se daba cuenta en Teuchitlán, en el poblado de La Estanzuela? ¿Qué tanto se sabría y se callaba para evitar las represalias? ¿Nunca, así fuera en secreto, en el anonimato, alguna autoridad de este municipio notificó a las autoridades estatales lo que sospechaban los horrores que se estaban viviendo?

Una pregunta más que seguro, muchos funcionarios de seguridad tienen en mente: ¿Cuántos casos más, cuántos otros campos de adiestramiento se esconden en las sierras de Jalisco? ¿Cuántos crematorios clandestinos están carbonizando a personas?
Ya no se trata solamente de indignación, de acusaciones; no es tema único hallar responsables. Lo que se palpa es el miedo real, espeso, que se apodera de las poblaciones.

Es la primera gran prueba que se aplica a la Fiscalía del Estado y su titular, Salvador González de los Santos, y al gobierno de Pablo Lemus, y es también un examen al “segundo piso” de Claudia Sheinbaum.

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