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Taurinos vs. Antitaurinos

¿Las corridas de toros son crueldad animal o una expresión cultural y artística?  Dediqué una hora a escuchar los argumentos de un animalista antitaurino y un taurino ex novillero. Sólo usaré un adjetivo -y luego los evitaré en aras de la imparcialidad- para describir sus posturas: apasionadas. Ambos me expresaron sus razones para reactivar o suspender las corridas de toros en la Plaza México que reabrió el pasado domingo después de más de un año cerrada debido a un amparo. 

Sin embargo, el miércoles, tras un segundo amparo, una jueza federal otorgó una suspensión provisional que canceló otra vez la fiesta brava. Hoy viernes podría resolverse un recurso de queja ante un tribunal federal para reactivarla y que se realicen las dos corridas del domingo y lunes. 

El debate jurídico es más o menos claro. Los antitaurinos plantean que la Constitución de la CDMX prohíbe el maltrato animal y que las normas que permiten las corridas de toros incumplen ese ordenamiento. Los taurinos argumentan por su parte que tienen derecho al acceso a la cultura, el arte y el libre desarrollo de la personalidad. 

El tema muestra sus espinas cuando llevamos el debate a un plano ético y cultural. 

Los antitaurinos dicen que la tradición y el arte no justifican la crueldad. Que las sociedades cambian. Por ejemplo, las mujeres no votaban, pero ese paradigma de una sociedad antimoderna ahora es impensable. El maltrato animal entra, dicen, en ese supuesto incivilizado ahora injustificable. Esa tradición, dicen, expresa valores de una sociedad que ahora es otra. 

Los taurinos por su parte defienden una expresión artística compleja que, como cualquier arte, no todos comprenden. Dicen que es parte del patrimonio cultural y la identidad de un pueblo. Disienten de las posturas moralistas y prohibicionistas que humanizan el dolor animal, pues además, dicen, un toro de lidia vive en mejores condiciones que una res destinada al consumo humano. 

Tratar bien a un animal no justifica su muerte tortuosa, responden los antitaurinos. 

Sin la fiesta brava, el toro de lidia se extinguiría, replica la contraparte, pues su crianza no tiene otro fin. 

Si prohíben las corridas de toros deberían suspender el consumo de cualquier animal para alimento humano, reclaman los taurófilos. 

Los animalistas responden que hay una norma oficial mexicana que impide el sufrimiento de animales cuando son para consumo humano. Estarían de acuerdo con una fiesta brava sin el maltrato y la muerte del toro, lo cual carece de sentido para los taurinos… 

Podría seguir con los argumentos y contraargumentos. La discusión se haría interminable. En el plano jurídico, la Suprema Corte tendrá la última palabra. Para eso falta tiempo. Hasta ahora cinco Estados en México han prohibido las corridas de toros: Sonora, Sinaloa, Guerrero, Quintana Roo y Coahuila.  

Descreo de las verdades absolutas. Por eso mi intención está muy lejos de responder definitivamente la pregunta inicial de este texto. Sólo quiero añadir algo más. 

El ex novillero me contó que las banderillas en el morrillo del toro (una zona con menos sensibilidad) alivia la presión del animal y aumenta su bravura. De no hacerlo, la adrenalina y el estrés alcanzarían tal nivel que se infartaría. Los taurinos lo ven como un acto de compasión y alivio para el animal, en un delicado equilibrio entre gallardía, arte, vida y muerte, pero el antitaurino ve sólo crueldad y tortura. ¿Ustedes qué ven?  

jonathan.lomeli@informador.com.mx

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