Sufrimos una invasión bárbara
E
s un hecho que hay regiones del país que domina el crimen organizado y que también incide en la actividad económica de muchas otras, incluidas las capitales de varios estados.
Ya sea mediante el ejercicio directo de una violencia brutal o por amenazas a cambio de cuotas o derecho de piso, los malandros se meten con todo y nadie se mete con ellos.
Han despojado a numerosos particulares de granjas, huertas, ranchos e incluso propiedades turísticas en parte de las sierras del país. No hay denuncia porque el que gobierna es el miedo.
Nada abona que el personaje de Palacio lo niegue hasta la saciedad en su tribuna mañanera.
El problema es patente y claro sobre todo en las regiones fronterizas con Estados Unidos, Guatemala y Belice, donde el control del territorio por parte de grupos criminales es a la luz del día. Además, grupos delictivos como la Familia Michoacana han logrado imponer su control en importantes áreas del Estado de Michoacán, así como en los límites con Guerrero, Jalisco y Guanajuato.
La sierra de Guerrero es suya.
La situación es tan preocupante que incluso la Iglesia Católica ha reconocido públicamente que los narcos tienen el control de estas zonas. El arzobispo de Morelia, Carlos Garfias, adelantó en una entrevista que un informe será entregado al Papa Francisco para alertar sobre esta situación.
Coincide con la Compañía de Jesús que denuncia la ingobernabilidad en la Sierra de Chihuahua donde fueron asesinados dos jesuitas.
La violencia y la inseguridad son una constante en muchas partes del país, lo que ha generado una sensación de desesperanza en la población. Además, la corrupción y la impunidad que acompañan a este problema han minado la confianza en las instituciones y en el Estado de Derecho.
Es importante mencionar que, para enfrentar este problema, se requiere un gran proyecto integral y nacional a largo plazo. Hasta hoy no se ve ni voluntad ni estrategia en el uso de la fuerza o la persecución de los delincuentes, estamos a la deriva, se necesita una reconstrucción del tejido social al interior de las familias y comunidades mexicanas. El fortalecimiento de las instituciones, el combate a la corrupción y la impunidad, y la promoción real de valores y principios éticos en la sociedad son elementos esenciales para lograr un cambio real en el país.
Las campañas gubernamentales son absurdas y huecas.
Los espacios que descuidan las autoridades por estar imbuidas en las grillas preelectorales los ocupan inmediatamente los malandros. Es un juego perverso; los políticos se salen con la suya al obtener posiciones y presupuestos importantes y el crimen organizado avanza y avanza, invade todo un país. Como siempre los perdedores somos nosotros.