Sufragio efectivo y no reelección
El Plan de San Luis Potosí, proclamado por Francisco I. Madero el 5 de octubre de 1910, fue el documento que dio pauta al inicio de la Revolución Mexicana. En él se desconocía la reelección de Porfirio Díaz y los resultados de las elecciones de 1910. Además, se convocó a la insurrección para que el pueblo tomara las armas el 20 de noviembre de 1910, para derrocar definitivamente al régimen de Díaz y restablecer la democracia. Lo importante era restaurar el sufragio efectivo y garantizar unas elecciones libres, justas y sin fraude alguno.
El plan promovía el respeto a la libertad política y civil para terminar con la represión y la censura del mando porfirista. Y, desde luego, promover una reforma agraria y también las reformas sociales para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos. Se trataba de movilizar a las fuerzas políticas, ciudadanas y militares para terminar con una dictadura que había dominado durante más de 30 años. Y, aunque se fingía una democracia, siempre fue controlado todo de tal manera que se le daba atole con el dedo al pueblo y se le hacía creer que su voto contaba, para que finalmente siempre volviera a ganar la misma oligarquía, en manos de una sola persona y su camarilla.
Un año después, Madero ingresa a la Ciudad de México, triunfante después de múltiples hechos militares. Según el historiador Santiago Portilla, ocurrieron 199 hechos militares en 24 Estados, el Distrito Federal y dos territorios. El régimen de Porfirio Díaz comprendió que ya no tenía nada más que hacer, pues una guerra así tendría un costo económico y social muy grande, además de unas mínimas posibilidades de triunfo.
Ya había perdido apoyo y credibilidad social, entonces el presidente Díaz cedió su renuncia en la mesa de negociaciones, en la que también los antirreeleccionistas transigieron en algunos puntos planteados en el Plan de San Luis Potosí. La salida negociada fue lógica, pues tampoco querían la destrucción del sistema, que sería factible después de una victoria militar absoluta.
Esa es la historia. Desde entonces, México no quiere que su voto no sea efectivo, ni que se simulen elecciones, y mucho menos una reelección, de una persona o de un régimen. El pueblo no quiere una nueva revolución para quitar a los usurpadores de la voluntad popular, mucho menos que en una sola oligarquía política se centren y acaparen todas las decisiones administrativas y políticas del sistema político mexicano.
La pregunta lo dice todo:
¿Se están repitiendo los hechos de 1910?
¿Una dictadura como la de Díaz, o la del PRI, está por repetirse?
¿Usted qué opina?