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Súbete a mi moto…

Circulan sin licencia, sin póliza de seguro, sin placas, sin haber tomado jamás un curso de educación vial y manejo, sin el refrendo vigente, sin casco certificado, a exceso de velocidad, sin precaución, en grupos de tres o más, con menores y mientras hablan o mensajean por celular.

Invaden las banquetas, rebasan por el carril derecho, transitan sobre las ciclovías, se pasan los altos, zigzaguean entre carriles, se meten a los pasos a desnivel, no respetan la distancia de los autos, rebasan entre los vehículos cuando el tráfico está detenido, se estacionan en la acera; los he visto cruzar una avenida por el puente peatonal, no respetan los pasos para viandantes, toman tramos de la calle en sentido contrario y se meten a los carriles exclusivos del Macrobús o el Bus Bici de Avenida Hidalgo. 

Las conducen menores de edad aunque lo prohíbe la ley, organizan rodadas nocturnas e invaden las avenidas como enjambres, a toda velocidad, se suben a las banquetas y las ciclovías, se ponen en riesgo ellos, pero también a los peatones y automovilistas; un centenar puede cerrar el Puente Matute Remus o Avenida López Mateos, pero la Policía Vial no puede hacer nada. 

Las usan los motoladrones para delinquir. Como los marineros de Neruda, que besan y se van, dejan un amor en cada puerto, besan y se van, estos motoladrones roban y se van, en cada esquina arrebatan un celular, una cartera, una computadora, roban y se van. A veces con un arma, otras sólo arrebatan y se van. 

Mientras tanto la Policía Vial ausente. La Secretaría de Transporte es omisa para impulsar una sola campaña de cultura y seguridad vial, y ha renunciado a impartir cursos de capacitación para motociclistas. Por su parte, el Gobierno del Estado se muestra omiso o ignorante (o ambos) para atender la contaminación que generan. ¿Sabías que las motos contaminan más en esta ciudad que los autos? Pero regular la emisiones contaminantes de los motociclistas no es negocio. 

No fue difícil elaborar el listado anterior. Sólo tomé la nueva Ley de Movilidad, aprobada en diciembre pasado, y enumeré todas las obligaciones y prohibiciones para los motociclistas. Todo está en esa ley, quizá la más ninguneada en Jalisco, pero nadie la cumple. Ni la autoridad ni los ciudadanos.   

Las motocicletas se triplicaron en la última década. Cuando conduces el auto, caminas o circulas en bicicleta, salen al paso de la nada. Las plataformas digitales de reparto han aumentado el padrón y las presiones para monetizar con entregas rápidas propician la conducción riesgosa y más inseguridad vial. 

El problema, les aseguro, no dejará de crecer. Y nosotros con él. Porque el motociclista no es el único responsable de la movilidad caótica de la Ciudad. Sólo es un engrane más que ha ganado terreno. La educación vial del automovilista y el respeto por la ley están lejos de ser impolutos. El tercer engranaje es una Policía Vial ausente, recaudatoria, corrupta y sin la solidez institucional para abordar integralmente un problema. Los operativos para decomisar motos sólo alimentan la mafia cómplice que tienen con gruyeros. 

Menudo problema: hace tiempo que se nos desbordó. De fondo, mientras, suena esta musiquilla irónica: “Súbete a mi moto/ Nunca has conocido/ Un amor tan veloz”. 

jonathan.lomelí@informador.com.mx

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