Strauss de antología
Heterodoxo porque, salvo la obertura de Ruslán y Ludmila, de Glinka, que abrió la velada y se recomienda sola por su brillantez y popularidad, el resto del programa se armó con obras que poco se tocan, el segundo evento de la Tercera Temporada 2019 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), la noche del jueves en el Teatro Degollado, con tres cuartos de entrada, dejó constancia, una vez más, del excelente nivel actual del ensamble.
El Concierto para Violín y Orquesta en Re menor, de Katchaturian, con la violinista polaco-mexicana Erika Dobosiewicz como solista, contiene pasajes de muy alto grado de dificultad para el ejecutante, por la velocidad que demanda y la complejidad técnica que encierra, a menudo apoyado en armónicos de cuerdas, madera o metales, no exentos de belleza y expresividad. La cadenza del primer movimiento es altamente virtuosística. Contrastan el segundo movimiento, de tono nostálgico, con el tercero, efervescente, exigente para la orquesta y extenuante para la solista. La orquestación -salvo en el finale, que ahogó al violín- fue pulcra y emotiva. Aplaudida en los intervalos y al final, Erika obsequió una joyita como encore.
El Poema de Neruda, de Blas Galindo, inspirado en el celebérrimo Poema 15 (“Me gustas cuando callas…”) del poeta chileno, traduce a la música -el lenguaje universal- el intimismo de los versos. La versión de las cuerdas de la OFJ -con un solo de violín a cargo de la concertino Angélica Olivo- fue irreprochable.
Con Muerte y Transfiguración, Op. 24, de Richard Strauss, culminó la velada. Obra programática que inspiró un bello poema de Alexander Ritter (incluido en el programa de mano), aborda, como tantas partituras (la Sinfonía Patética, de Tchaikowsky; la Sinfonía Resurrección, de Mahler, etcétera), el tema de la vida y la muerte. La versión de la OFJ y su titular, Jesús Medina Villarreal, fue una prueba más del sobresaliente nivel musical del ensamble señalado al principio. El equilibrio entre secciones fue estupendo; el tempo, justo; la dosificación de matices, magistral. En la parte climática de la partitura, sobre todo, la lectura de Medina generó un torrente de armonía en que no hubo aquellas notas perdidas que van a parar -en frase de Sergiu Celibidache- “en el infierno de los malos músicos”.
El programa, como de costumbre, se repite este domingo, en la misma sala, a las 12:30 horas.