Ideas

Somos, porque alguien fue

Los días de la semana anterior se llenaron de alusiones a la muerte: catrinas, calaveras, cempasúchiles, altares, panes, versos y papel picado. Los panteones recibieron a miles de visitantes que, alrededor de las tumbas de sus seres queridos, compartieron recuerdos y comida. Los hijos ausentes vinieron de donde quiera, incluso del extranjero; algunos llevaron mariachis o conjuntos para tocar la música que agradaba a sus muertos. Fueron días de reencuentro, de fiesta familiar. En nuestra ciudad hubo un desfile de disfraces en el que, a decir de las autoridades, participaron más de siete mil personas. ¿De dónde surgió la euforia por esta nueva tradición, explosión de color, sonidos y movimiento tan representativos de nuestra idiosincrasia?, -las “catrinas” y la calavera maderista (creación del grabador hidrocálido Guadalupe Posadas) nacen con la Revolución-. ¿Hay acaso una recuperación popular de nuestros valores y expresiones culturales frente a la influencia extranjera y el Halloween? Valdría la pena que nos lo expliquen antropólogos, sociólogos, historiadores, etnólogos y psicólogos. Por lo pronto, se impone que hoy hablemos de “nuestros muertos”, aquellos que nos parieron, nos amamantaron, nos acunaron, nos educaron, nos dieron amor y sin quienes no existiría el pasado ni el presente. Sin ellos no habría futuro. La tierra sería menos que un páramo.

Somos porque recordamos, y recordamos porque a lo largo de milenios se han ido acumulando y trasmitiendo conocimientos e información que hoy son parte de nuestra herencia genética y cultural. Somos síntesis de procesos evolutivos que se entierran en el pasado y de enormes acumulaciones de fracasos, talento, tenacidad y capital. El que vivamos en sociedades organizadas no es fortuito; hemos aprendido a hacerlo y para eso creamos reglas y leyes que, junto a nuestras tradiciones y costumbres, entre ellas el culto a los muertos, favorecen la cohesión social y colocan el “nosotros” por encima del “yo”. Nada de eso habría sido posible sin dos instituciones fundamentales: la familia y la escuela, fuentes de sabiduría, cuya principal misión es la formación de personas y su inserción en la comunidad. Las enormes transformaciones que en el mundo se han alcanzado, no hubieran sido posibles sin ellas.

Vivimos una época fantástica, las generaciones precedentes hicieron su chamba. México es hoy diametralmente distinto de cómo fue hace un siglo, es mejor, sin embargo, debe preocuparnos que los beneficios que la modernidad pone a nuestro alcance no son justos ni equitativos. El reto para nuestra generación es evitar perder lo que se ha ganado y lograr un desarrollo social y político que propicie la sana convivencia entre los mexicanos, limite los apetitos de poder de quienes, por ambición o codicia, pretendan apoderarse de los instrumentos de Gobierno para su alimentar su ego y sancione a quienes abusen de su posición.

Los meses próximos viviremos tensiones derivadas de la lucha por la sucesión presidencial. Por el bien de la Nación, actuemos con cordura, pensando que nuestras decisiones tendrán consecuencias importantes en el futuro de nuestra y de las próximas generaciones; es el mejor homenaje que podemos hacer a quienes nos dieron nombre y Patria.

eugeruo@hotmail.com

Eugenio Ruiz Orozco

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