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Sola y de noche por la ciudad, ¿qué es más seguro?

Cuando aparecieron las apps que fungen como servicio de taxis, pensé que sería la panacea para muchos de los que gustan salir de día o de noche y responsablemente no ponen a nadie en riesgo. Generacionalmente, he visto adolescentes y adultos jóvenes hacerlo con muchísima más naturalidad que mi propia generación. Veo en ellos que la cultura de manejar con algunas copas de más ha estandarizado la oferta y demanda de estos servicios contra las posibles multas, noches en la “Curva”, y algo de responsabilidad social. Es un buen combo para empezar, pensé entonces y lo pienso ahora, y yo misma para acudir a eventos de trabajo y sociales las utilicé en un principio.

Hasta que un día, particularmente una noche, me dije que sería la última vez que lo haría y empecé a recomendar a mis amigas mujeres exactamente lo contrario: no hacerlo. Preferí (y prefiero), durante todo este tiempo (que también han sido años), tomar el riesgo de manejar sola hacia algún evento, sea donde sea, beber muy poco o nada y regresar a casa (sin compañía) y en estado de absoluta alerta.

También, para rematar, me resulta generacional temer a las patrullas de la policía tanto como a los desconocidos que van en el coche de al lado. Y entonces, a lo que iba, estimado lector, corría no sé cuál año pero todavía en plena pandemia, cuando fui requerida a una junta de trabajo a la que tenía que llegar muy puntual -a cuál no-, y a la que -sabía yo por ciertos antecedentes- se convertiría en una tertulia por ser fin de año. Era una especie de posada con algo de chamba antes. A la mitad del camino entre mi casa, a donde un joven a quien yo conocía sólo por su nombre y placas por medio de la aplicación, y el lugar hacia donde nos dirigíamos, empezó a hacerme preguntas personales que rápidamente me hicieron sentir incómoda.

Dedujo, después de haber hecho una llamada, que yo estaría muchas horas en el mismo lugar y que este era a donde precisamente él me llevaba. Así, de pronto, cerró el viaje, terminó la sesión sin haber llegado al lugar de aquella famosa tertulia a la que, con suerte (para no hacerle largo el cuento), llegué sana y salva. Rápidamente, cuando vi su dedo índice “terminando el viaje”, le pregunté por qué lo hacía y me dijo que era un gesto amable de su parte para que me saliera más barato el trayecto y agregó que él se ofrecía, dándome su número de teléfono particular, a regresarme a mi casa o ir a algún otro sitio si así me apetecía cuando terminara la posada. Ante la violencia, déjeme decirle, estimado lector, que yo me paralizo; las piernas se me escurrieron nada más de pensar en lo que estaba planteando y en que, en un segundo, ni la gente de la aplicación ni nadie de mi círculo cercano sabían exactamente dónde estaba yo. Por supuesto que no tomé ese coche ni acudí al conductor de regreso a mi casa, y por supuesto que el susto no se fue hasta días después.

Hay muchos casos en los que jovencitas de cierta clase cuentan con chofer al que pueden recurrir sin temor. Hay otros tantos casos en los que, a sabiendas de cómo está el país, muchos padres, madres y tías deciden ir personalmente a recoger a sus “pequeñas” hasta la puerta en donde se encuentran. Hay otras tantas que salen con parejas y eso de alguna manera nos hace sentir más seguras. Pero hay, desgraciadamente, otros tantos casos de pequeños abusos, acosos, violencia y graves consecuencias de ello, donde estas inocentes muchachitas han perdido la vida en manos de feminicidas. La respuesta de las autoridades ha sido una y otra vez el criminalizar a la mujer y pedirle, en esta ocasión, que sea precavida de usar este tipo de plataformas. No, el derecho de salir sin miedo no se nos puede arrebatar una vez más de las manos. No, ustedes, señores políticos, no pueden pedirnos que seamos más cautas conforme a nuestro comportamiento laboral o social. No, no toca a ustedes decirnos otra vez qué podemos y qué no podemos hacer. Toca ya un país en el que no tengamos ninguna precaución porque podríamos acabar con un tremendo susto si bien nos va. No, los feminicidios no son nuestra culpa, tampoco la de ustedes, pero sí caen en su entera responsabilidad. La seguridad es para todas y todos, no se les olvide.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina

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