Sobre las desapariciones masivas
En mi afán por entender el móvil de las desapariciones leí dos veces una sentencia condenatoria de 37 páginas dictada el 3 de febrero de 2022 en el Primer Distrito Judicial que corresponde al Área Metropolitana de Guadalajara.
Este documento forma parte de las más de 200 mil sentencias que ha transparentado en su versión pública el Poder Judicial de Jalisco tras la reforma de 2020.
El expediente 45139/2019 relata la desaparición de dos amigos de 19 años. La Víctima 1, repartidor de comida a domicilio los fines de semana y empleado entre semana, le pidió a la Víctima 2, trabajador por las mañanas y estudiante por las tardes, que lo acompañara a vender su motocicleta Honda modelo 2017 que ofreció a la venta por Facebook.
El comprador los citó en el estacionamiento de una tienda de conveniencia. La Víctima 1 llevaba la factura de su motocicleta. Sin embargo, cuando llegaron al punto, el 11 de diciembre de 2019 a las 20:00 horas, sujetos armados arribaron en un Civic y un Sentra “del cual descendieron y encañonaron con dichas armas a las dos víctimas para mermar su resistencia” (así lo registraron los videos de la tienda).
La familia, sobre todo las madres, los buscaron desesperadamente en hospitales, la Cruz Verde y el Semefo. Reportaron al 911 y denunciaron. Miriam, cercana a una de las víctimas, pidió ayuda en Facebook para localizarlos. La contactaron para pedirle 25 mil pesos a cambio de información, pero después ya no respondieron.
Por medio de una denuncia anónima, el 24 de enero de 2020 la Fiscalía del Estado ubicó una casa de seguridad de dos plantas en donde se localizó la licencia de uno de los jóvenes y rastros genéticos que correspondían a ambas víctimas.
En esa casa también aseguraron más de mil 500 cartuchos, tres armas cortas, un ariete para derribar puertas, una tabla con la leyenda “La perrona”, una máscara en forma de chimpancé y otra en forma de calavera, un pasamontañas, teléfonos, documentos, cargadores, radiotransmisores, un tolete y una placa de la policía. Uno de los peritos declaró que la diligencia duró de las 18:00 a las 01:49 horas, tomó 422 fotografías y recolectó 23 indicios.
El único detenido y sentenciado, un albañil, testificó que participó en el plagio de los jóvenes, pero ignoraba a qué iba. Aseguró que vivía en esa casa con otro conocido que le cobraba una renta menor, y que al llegar con las víctimas, los subieron a la planta alta y luego “se escuchó música muy fuerte los días posteriores”, pero él no presenció nada más.
La juez lo sentenció a 37 años de prisión como coautor material de la desaparición, una multa de 506 mil pesos y un pago a las víctimas indirectas por 422 mil pesos como reparación del daño.
Casi un año después de la desaparición, los cuerpos incompletos de los dos jóvenes de 19 años fueron localizados dentro de varias bolsas en una fosa clandestina.
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Este caso comparte un rasgo desconcertante con las recientes desapariciones y asesinato de jóvenes en Lagos de Moreno y Malpaso, Zacatecas: lo incomprensible del hecho.
En toda la sentencia jamás se explica por qué la saña y la violencia contra las víctimas. Ni siquiera hay un vínculo. Parecería que el azar y la crueldad escogen por simple diversión, y que la violencia se convirtió en un fin en sí mismo. Y las investigaciones judiciales, siempre llenas de llamadas anónimas, golpes de azar, coincidencias, actores secundarios del crimen, ocultan más de lo que revelan.