Sinaloa, la 4T que no fue
Ayer se vivió el cuarto día de narcobloqueos y balaceras entre las milicias de sicarios de los hijos de Ismael “El Mayo” Zambada contra los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán en calles y avenidas de Culiacán, la ciudad capital de Sinaloa.
La guerra desatada por “los Mayitos” contra “Los Chapitos”, hijos de los que fueran fundadores del poderoso Cártel de Sinaloa, para vengar la traición que Joaquín Guzmán López hizo a su padre “El Mayo” para llevarlo secuestrado a los Estados Unidos el pasado 25 de julio, tiene semiparalizada la ciudad.
Como se recordará, según la versión del propio Zambada expuesta en una carta que publicó su abogado luego que lo detuvo el gobierno de Estados Unidos (donde se espera que hoy comparezca ante la Corte Federal de Brooklyn en Nueva York por los cargos de tráfico de drogas que le imputan tras ser trasladado de la Corte Federal de El Paso, Texas a donde había sido remitido inicialmente), fue el hijo de “El Chapo”, al que veía como un sobrino, quien lo invitó a una reunión a las afueras de Culiacán, para que junto con su hermano Iván Archivaldo Guzmán Salazar, alias “El Chapito”, mediaran un conflicto por el control de la Universidad de Sinaloa, entre los ex rectores, el ahora Gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y el diputado local electo, Héctor Cuén, quien ese día fue asesinado en el punto de la cita, y que la Fiscalía sinaloense quiso ocultar atribuyendo su muerte a un intento de asalto en una gasolinería. Ahí, asegura Zambada, sometieron a sus escoltas Rodolfo Chaidez y José Rosario Heras López, comandante de la Policía Judicial de Sinaloa, para luego atarlo a él y subirlo al avión que lo llevó a Estados Unidos a un pequeño aeropuerto de Santa Teresa, en Nuevo México.
Por los niveles de violencia generada en Culiacán por estas bandas de gatilleros, el Presidente Andrés Manuel López Obrador ya no pudo evadir el tema ayer en su mañanera, y como siempre, trató de minimizar la gravedad del caso culpando al “sensacionalismo” de los medios y asegurando que la situación estaba controlada.
Horas después lo contradijo un emproblemado gobernador de Sinaloa, que niega, una y otra vez, haber sido invitado a la reunión que refiere “El Mayo”, y que rechaza sus nexos con “Los Chapitos” que le achacan en Sinaloa, al anunciar que se suspendían clases y la noche del grito el próximo domingo en Culiacán.
Las camionetas y autos con hombres fuertemente armados buscando y atacando a sus enemigos en distintos rumbos de la capital sinaloense tienen aterrorizada a la población que se ha refugiado en sus casas y ha cerrado sus negocios.
El que ni las fuerzas federales, ni la policía estatal y ni la municipal puedan detener estos enfrentamientos e impedir que la ciudad se vuelva campo de batalla, demuestra el fracaso de la 4T en el combate al narco y los altos niveles de infiltración delincuencial en los gobiernos.
Es nuevamente Culiacán la ciudad que arruina los ánimos festivos con los que se quiere despedir el gobierno de López Obrador con el festejo de su abrumador triunfo electoral y la consecuente reforma al Poder Judicial, como sucedió en el inicio del sexenio cuando en el “Culiacanazo”, el Presidente ordenó liberar a Ovidio, el hijo de El Chapo, cuyos pistoleros sitiaron la ciudad cuando los militares ya lo tenían detenido.
Como dijo el propio López Obrador, sin pacificación en el País, no habrá Cuarta Transformación. Y no fue.