Sin seguridad no hay informe que valga
La nueva estrategia de comunicación del Gobierno de Jalisco puso pausa a las regañeras semanales. Fue, en términos generales, una buena decisión para ayudar a mejorar la imagen del gobernador Enrique Alfaro, pues, lejos de ayudarle en ese aspecto, salir a cuadro y elegir cuáles preguntas sí merecen respuesta, fruncir el ceño, ensañarse con la agenda de medios y con reporteros que van a trabajar y no a hacer relaciones públicas, es mucho peor que el montaje de rendición de cuentas que mantuvo activo un ratito.
Con esa decisión, resulta más que evidente que el jefe del Ejecutivo en Jalisco ha dejado su imagen pública, ésa que busca proyectar hacia sus gobernados, en manos de las redes sociales. Es un plan que a veces le funciona, ocasionalmente no tanto y con mayor constancia acaba en un banquete de comentarios negativos que para nada van con el #TratoJusto que merece un gobernador con aspiraciones.
Por eso, en la antesala de su Tercer Informe de Gobierno, Enrique Alfaro ha echado todos los tuits al asador para presumirnos las escuelas que se han rehabilitado, los planes que hay para mejorar al sector salud, los avances en la contención de la pandemia de Covid-19 y, cómo no, los siempre presumibles avances en el Peribús al que esta administración a fuerzas quiere que le digan Mi Macro Periférico.
Todo, evidentemente, a través de producciones triple A que siguen al góber mientras éste avanza estoico y observa al horizonte o abraza a un ser querido. Porque, evidentemente, a ningún político en el planeta se le había ocurrido hacer algo así.
Esa algarabía no es fortuita. Si no hay cambios en la agenda, este jueves Enrique Alfaro nos va a presumir los avances que ha logrado en la mitad de su sexenio. Defenderá ante los ciudadanos por qué Jalisco es hoy un mejor lugar para vivir, invertir y ser feliz.
Esto, pese a que hay una arista a la que de plano ninguna administración ha logrado darle respuesta: la agenda de seguridad. Una arista que, de paso, él mismo se comprometió a revertir cuando era candidato, que no se nos olvide.
Es cierto que, recientemente, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Inegi destacó una importante reducción en la percepción de inseguridad en Zapopan, pero Jalisco es mucho más grande y hay puntos de la Entidad que son intransitables porque hay retenes del crimen organizado, municipios donde no hubo condiciones para celebrar elecciones ni tampoco las hay para que existan unas nuevas, como Jilotlán de los Dolores, y otros que, en la antesala de una nueva campaña de promoción del voto, registran un serio problema de homicidios, como es el caso de Tlaquepaque.
El tema no es sencillo: las autoridades han hecho literalmente de todo para tratar de contener la violencia y, pese a miles de millones invertidos en ello durante la última década, el resultado no tiene avances notables. Y, como prueba, basta la estadística oficial: Entre enero y septiembre, Jalisco registra mil 884 víctimas de homicidio doloso: un indicador que se traduce en seis asesinatos al día, o bien, uno cada cuatro horas.
Ese es un dato terrible, pues se trata de miles de personas en Jalisco que perdieron a un ser querido este año y esa es una herida que ningún informe de gobierno podrá borrar. Y eso sin contar que nuestro Estado tiene la nada honrosa posición 1 en personas desaparecidas a escala nacional.
En el papel, el gobernador de Jalisco podrá mostrarnos todos los frutos que ha cosechado y los pasos adelante que dio en los tres primeros años de su administración. Y por supuesto que es válido y necesario que se nos vendan las buenas nuevas. Pero en la práctica la realidad es diametralmente opuesta, porque sin seguridad para sus gobernados no hay informe que valga.