Si tiene pruebas y no procede, es injuria
Una persona que es corrupta -cita el diccionario de la Real Academia- es aquella “que se ha dejado sobornar, pervertir o viciar, que está dañada, es perversa y que no obra con rectitud”, entre otras cosas. Mientras que cuando se habla de una persona o institución y se dice que “está podrida”, quiere decir “que está dominada por la inmoralidad”. Bueno, pues esas dos palabras son parte central del argumento central que el presidente López Obrador ha usado en los últimos días para referirse a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y a sus ministros.
“No tiene remedio el Poder Judicial, está podrido. Tienen que limpiar de corrupción el Poder Judicial. Están actuando de manera facciosa. Imagínense, componerle la plana al Poder Legislativo”, dijo respecto al fallo que emitió la Suprema Corte que anuló parte de su reforma legal en materia electoral. “Es un acto de prepotencia y autoritarismo, que están al servicio de una minoría rapaz. Es evidente que hace falta una reforma del Poder Judicial porque actualmente es un bastión del conservadurismo corrupto”, agregó el martes pasado en otra parte de su ‘monólogo’ matutino.
Y el mismo discurso -palabras más, palabras menos- fue el jueves y viernes, con el mismo personaje, en el mismo escenario y a la misma hora- cuando reacciono de manera molesta sobre el dictamen de inconstitucionalidad del acuerdo -no decreto- que blindaba los costos de construcción en proyectos -dizque por seguridad nacional- como el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas- que la Suprema Corte determinó “por vulnerar el derecho al acceso a la información.”, AMLO calificó a los que se oponen como “caprichos de fifís corruptos, insensatos, irresponsables, además muy antipatriotas”.
Agregado a los reveses anteriores, debemos de agregar el veredicto de inconstitucional de la SCJN al intento por dejar a la Guardia Nacional bajo el mando de la Secretaría de la Defensa Nacional. Todo esto ha llevado a la confrontación a dos de los tres Poderes de la Unión, pero lo más preocupante son las acusaciones y descalificativos sin fundamento, donde el que ha sacado la peor parte es aparentemente el presidente.
Diego Valadés, ex ministro de la Suprema Corte, exprocurador General de Justicia, exembajador en Guatemala y Director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, entre otros puestos que ha ocupado, entrevistado por una cadena de radio de noticias, dijo que las acusaciones de corrupción en contra de la Suprema Corte y sus ministros, “primero, no es la forma”, apuntó, pero “si el presidente tuviera pruebas de todo lo que dice, tendría la obligación de entregarlas al Ministerio Público y proceder. Porque si lo dice sin pruebas, es solo un injurio”. Entonces, está agraviando a la institución y a sus ministros.
El constitucionalista recomendó que “es un nivel que debemos de superar. Nosotros debemos tratar bien al presidente, pero que también el presidente se comportara con nosotros de la misma forma, especialmente con las instituciones. Por qué se está creando una animadversión con grandes riesgos que pueden poner al país al borde de una tragedia”.
Y ahora, teniendo a la vuelta de la esquina la famosa ‘consulta’ que quiere ‘organizar’ el presidente para que “el pueblo sabio” sea quien elija a los ministros de la Suprema Corte, que de antemano sabemos es inconstitucional -a menos que se modifique la Constitución- y que sabemos va a ‘levantar polvareda’, el argumento de esta historia continuará creciendo, por lo que nos espera más ‘discursos’ de acusaciones y agravios en contra del Poder Judicial y sus ministros. ¿Usted, qué opina?.
daniel.rodriguez@dbhub.net