Sí a los abrazos
En nuestras pláticas sobre WiFi Emocional, esta poderosa herramienta de Psicología Positiva que promueve mejores relaciones humanas, invitamos como una práctica cotidiana repartir abrazos entre la gente que nos rodea: la familia, los compañeros de trabajo, los prestadores de servicios, etcétera.
Un abrazo es un poderoso aliado en el acercamiento entre personas porque muchas cosas ocurren al momento de darnos un buen abrazo: para empezar hacemos contacto visual de manera directa (hay quien dice que vernos a los ojos es vernos al alma); después nos saludamos de mano y hacemos un sólido contacto físico; y ya al abrazarnos quedamos corazón a corazón y finalmente a manera de apapacho nos palmeamos suavemente la espalda.
Es fantástico.
Hace unos días, después de dar esta plática a una importante comunidad religiosa, me preguntaba uno de sus integrantes no sin razón sobre la política gubernamental de repartir abrazos y no balazos, referido a la estrategia del Presidente López Obrador de virtualmente vivir y dejar vivir a los grupos del crimen organizado.
Obviamente la pregunta de este religioso venía del dolor y profunda pena por la muerte de dos sacerdotes jesuitas en la sierra Tarahumara de Chihuahua.
Y más que responderle puntualmente iniciamos un breve intercambio de ideas en el que estuvimos de acuerdo que lo mejor que podemos hacer es repartir abrazos, pero cuando los malandros se han extendido de una manera brutal, empiezan a dominar distintos ámbitos de la vida nacional y tienen la sangre fría de matar a dos misioneros en la sierra los abrazos llegan demasiado tarde.
La estrategia gubernamental de combatir al crimen organizado atacando las condiciones de pobreza y marginación que los llevaron a delinquir también llega demasiado tarde.
Sería un proceso de varias generaciones trabajando al cien por ciento para empezar a ver resultados.
Y no se trata de declarar la guerra a los narcos y empezar a matar malandros a diestra y siniestra, pero sí es fundamental utilizar las herramientas del Estado para intentar contenerlos.
Ya no buscar acabar con ellos (tarea harto difícil) sino evitar que sigan avanzando.
Debe haber una respuesta en ese sentido.
Y entre nosotros, en nuestro día a día, como familia, como sociedad, sí repartir abrazos porque contactaremos con nosotros mismos y puede ser que esto provoque que mejoren las cosas.
Y que el Estado nos ayude a tener regiones y ámbitos más o menos libres de la delincuencia.
Pablo Latapí
platapi@hotmail.com