Si Raúl fuera secretario
A principios de los años noventa, en Guadalajara o trabajabas para Raúl Padilla López (en cualquiera de los satélites universitarios que gobierna), o trabajabas para el gobierno (no muy prestigiado entonces y ahora), o en alguna que otra PYME (Jalisco y grandes empresas no rimaban en aquellos tiempos).
Raúl, conocido como el licenciado, era entonces un actor de un poder incontestado. Eso, me dicen mis paisanos, ha cambiado: hoy su influencia en la vida pública de mi Estado es mayor.
Como prueba de lo anterior, baste citar la presentación misma que de él hizo Ricardo Anaya este miércoles, al sumarlo a su campaña como su hombre para la cultura:
“Fundador y presidente de la Feria Internacional del Libro. Fundador y Presidente del Patronato del Festival Internacional de Cine.
Fundador y Presidente del Fideicomiso Centro Cultural Universitario de la Universidad de Guadalajara. Preside también del patronato del Conjunto de Artes Escénicas (todo pro bono, apunte mío). Y como ustedes pueden ver pues nadie mejor que Raúl Padilla para incorporar todas las propuestas del mundo cultural a nuestro plan, de la coalición de Por México al Frente”, dijo el joven candidato, que terminó de llenarlo de piropos al reconocerle a “don Raúl” su “experiencia, tu liderazgo”.
Para seguir con el tono anecdótico. En 2010 amigos tapatíos me invitaron a un concierto que la canadiense Diana Krall daría en Guadalajara. Aikir, coincidimos. Al llegar conocí una sala de conciertos apantallante. ¿De quién es esto? ¿De Slim?, pregunté. Mis anfitriones rieron con mis asombros. Traducción de las risas para los no tapatíos: es de Raúl aunque sea de la universidad; o si gustan al revés, aunque sea de la universidad, es de Raúl.
Vayamos al punto. Ricardo Anaya acaba de prometerle la secretaría de Cultura de su eventual gobierno a un personaje que ha creado algunas de las empresas culturales más importantes de México. ¿Suena bien? No tan rápido.
Cada año el círculo rojo y uno que otro colado de todo México disfruta (disfrutamos kimosabi) de las mieles de ese extraordinario e inigualable festival cultural que es la FIL. Pero tan magno evento es hijo de un modelo de gestión que, para decirlo suave, pertenece más a los tiempos de Miguel Alemán que al XXI. Nació y creció a la sombra del manejo discrecional de los recursos de una universidad que es controlada desde los noventa por un solo hombre.
¿Que la FIL es un éxito? Indudable. ¿Que es autosustentable hoy? También. Pero es una empresa parauniversitaria que difícilmente podría haber surgido en un ambiente de rendición de cuentas como el que hoy se demanda por doquier.
Y es que a partir de ser rector de la UdeG (1989-1995), Padilla se ha convertido en el factótum no solo universitario sino del poder en Jalisco, con alfiles lo mismo en el Congreso del Estado, algunos órganos autónomos y no pocas candidaturas federales. Y lo que a veces se le escapa, a veces simplemente no ocurre: su capacidad de veto es tan efectiva como temida.
El problema es que si Raúl fuera secretario de Cultura no tendría los botones de poder sin límite que le han hecho tan exitoso gestor.
Dejen ustedes de un lado el hecho de que el candidato que más jura prometer modernidad ha fichado a un profesor universitario (su chamba oficial) al que algunos llaman, por sus métodos, cacique.
Así que aunque Raúl se sueñe secretario -ay la vanidad- quizá ese sueño sea su perdición: lejos de Atemajac, no todo es Cuautitlán, ni las cosas se manejan con una reedición tapatía del potosino estilo de Gonzalo N. Santos.