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Sheinbaum y los grilletes del poder

Claudia Sheinbaum asume la presidencia en 2024 bajo la sombra omnipresente de López Obrador, quien, aunque deja formalmente el poder, ha colocado una serie de candados y mecanismos que han condicionado a su sucesora desde su campaña. A pesar de que Sheinbaum inicia su gobierno con una aparente legitimidad electoral, la realidad es que llega con sendos grilletes puestos.

Uno de los mecanismos más sutiles y peligrosos es la Revocación de Mandato. AMLO promovió este ejercicio como una herramienta para “fortalecer la democracia”, pero en realidad ha construido una trampa política para quien lo suceda, pues lejos de ser un acto de rendición de cuentas ante la ciudadanía, es un mecanismo de control que puede ser activado para mantener a la nueva presidenta bajo constante vigilancia y presión. En teoría, la revocación debería ser un instrumento de control popular; en la práctica, será el instrumento de control del propio AMLO en caso de que todos los demás fallen.

La maroma final se revela con el nombramiento de su hijo, Andy López Beltrán, como Secretario de Organización de Morena. En esta posición clave, tendrá en sus manos (entre otras cosas) la estructura electoral del partido, una red de operadores políticos que controla los territorios y, en última instancia, los votos. Es decir, la maquinaria política que llevará a cabo la revocación de mandato y otras consultas importantes estará bajo el control de la familia López. La revocación de Sheinbaum, cuando llegue el momento, será orquestada desde dentro del propio Morena, y Andy tendrá la capacidad de inclinar la balanza a favor o en contra de su propio presidente, según convenga a los intereses de su padre.

Sheinbaum no puede subestimar este peligro. Mientras ella intenta gobernar, AMLO y su círculo cercano tendrán en sus manos todo un arsenal de herramientas que pueden usarse para desestabilizar su administración si alguna vez se desvía del proyecto de “la cuarta transformación”.

Además, la oposición ha sido hasta ahora un factor irrelevante, entre todos juntos no bajan a un perro de una mesa. Desdibujada y perdida en su inacción, no ha logrado articular una estrategia clara ni presentar un frente contra los embates del lopezobradorismo.

El peligro para Sheinbaum no radica solo en una posible revocación de mandato, sino en el control absoluto que AMLO sigue ejerciendo al interior Morena, el poder legislativo y ahora también el judicial. La “Cuarta Transformación” no es un proyecto de gobierno, es un legado personal que AMLO no está dispuesto a dejar en otras manos, ni siquiera en las de quien fue su leal sucesora. Sheinbaum entra en la presidencia con una oposición aletargada, pero con un padrino político que, a pesar de haber dejado el cargo, sigue moviendo los hilos desde atrás del telón (bastante traslucido), ahora a través de su hijo.

El gran problema es que, con una maquinaria política tan bien engrasada y con la estructura electoral en manos de un López, cualquier movimiento de Sheinbaum será objeto de escrutinio de parte de la familia López. AMLO ha desmantelado los equilibrios de poder para asegurarse que, aunque su presidencia termine, su influencia no lo haga. Mientras Sheinbaum intenta gobernar, tendrá que lidiar con una espada de Damocles que pende sobre su cabeza: la posibilidad de una revocación de mandato manipulada desde dentro de Morena, en un contexto donde los votos que controlan su destino están en manos de la familia que la colocó en el poder.

La historia no será indulgente con Claudia Sheinbaum si no logra desatarse de estos grilletes. Pero para hacerlo, tendrá que enfrentarse a la estructura que AMLO dejó perfectamente calculada para que, incluso fuera del poder, siga siendo el gran titiritero del destino político de México.

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