Sheinbaum sabotea su gobierno
Por allá de octubre del 2018, cuando todavía no iniciaba el sexenio del presidente López Obrador, éste dio el que sería el golpe fatal a su propio gobierno: decidió cancelar el proyecto del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. En contra del consejo de sus más cercanos y preparados colaboradores, Carlos Urzúa o Alfonso Romo.
Nada importó. El presidente prefirió hacerle caso al sector más duro del izquierdismo y simplemente tiró a la basura un proyecto que le costó al país 300 mil millones de pesos.
Ese desplante sin reparar en las consecuencias para su propio gobierno se convirtió en uno de los sellos del sexenio. Impulsó proyectos por capricho, sin estudios básicos de viabilidad o sustentabilidad y dónde la ley exigía cuidados especiales o estudios de impacto, simplemente violaba la ley y se las brincaba. ¡Para eso presidente!
Ese actuar, mostró que para López Obrador eso del “Estado de Derecho” era un estorbo, más que un elemento a cuidar. Lo que deprimió durante todo el sexenio, la inversión productiva privada y canceló, en gran medida, el crecimiento económico en su sexenio.
Vino la pandemia y ese se convirtió en el pretexto perfecto, “es que la pandemia”, solía decir el presidente y sus funcionarios. Pero la pandemia golpeó a todos. No solo a México. Y resulta que México, junto con Venezuela y Argentina, fueron de los países que más lentamente se recuperaron.
Ni siquiera el empuje de los Estados Unidos fue suficiente para jalar a toda la economía nacional. Los estados exportadores del norte, sin problemas. Pero los del centro y del sureste, igual que siempre.
Ahora en el arranque del sexenio de Sheinbaum, pasa lo mismo: obsesionada por impulsar los proyectos inconclusos de su jefe, la presidenta se metió de lleno con la destrucción del Poder Judicial. Lo que deja una estela de incertidumbre respecto al tipo de Estado de Derecho que quedará en un país en el que todo, absolutamente todo, lo controlará el Poder Ejecutivo.
Sin un Poder Judicial independiente, ni instituciones autónomas del poder que puedan dictaminar decisiones estrictamente técnicas, entonces las inversiones en el país se encontrarán huérfanas. Sabrán que, para estar bien en México, el camino ahora no es seguir lo que diga la ley, sino el “estar bien” con la presidenta.
Sin duda habrá muchos que se adapten a esa nueva “forma de hacer negocios”, pero muchos otros decidirán que no vale la pena.
El camino de la modernidad que México había emprendido a raíz de la apertura comercial de los años 90´s, y que exigía que en el país hubiera órganos e instituciones autónomas que garantizaran una base técnica, más allá de la política, se está desmantelando.
La consecuencia no será en lo inmediato una severa crisis económica, como lo preguntan algunos reporteros. Sino más bien un ambiente de estancamiento y un miserable crecimiento económico en un México que no pasará nada. Seguirá habiendo zonas del país más dinámicas e insertas a la economía global, como Jalisco. Y seguirá habiendo grandes partes del territorio en franca contracción económica.
Hoy que urge una nueva estrategia que impulse el crecimiento económico, para que podamos salir del apretón fiscal que nos dejó AMLO, la nueva presidenta ha optado por dinamitar de nuevo, las palancas del impulso económico que el país necesita: destruyendo la confianza de que México es un país de instituciones fuertes e independientes.
Con un déficit enorme del 6 por ciento del PIB y un presupuesto que se compromete a bajarlo en 3.9 por ciento, urge que la economía crezca para que el peso de la deuda y del pago de intereses sean menores. Urge que el PIB aumente para que la recaudación suba de manera natural y haya recursos para afrontar el gasto.
En el papel, Hacienda a resuelto el dilema: asume que el país crecerá en 2025 entre un 2.5 por ciento. Ese número le permite generar fantasiosamente los ingresos que necesita con urgencia para cuadrar las cuentas del próximo año.
Sin embargo, si con un exceso de gasto brutal del 6 por ciento del PIB este año, con el gasto electoral y sin Trump, la economía mexicana apenas crecerá un 1.5 por ciento. En 2025, con un recorte en el gasto, sin elecciones y con los aranceles de Trump, nadie cree que México vaya a crecer más que este año.
Sheinbaum sabotea, como lo hizo AMLO, a su propio gobierno.