Sheinbaum avala los “abrazos” del General
Como se recordará, según la versión de Ismael “El Mayo” Zambada, expuesta en una carta que publicó su abogado luego que lo detuvo el gobierno de Estados Unidos el pasado 25 de julio, cuando llegó al lugar donde lo citó el hijo de “El Chapo”, supuestamente para que junto con su hermano Iván Archivaldo Guzmán Salazar, alias “El Chapito”, mediaran un conflicto por el control de la Universidad de Sinaloa, entre los ex rectores, el ahora Gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y el diputado local electo, Héctor Cuén, a quien asesinaron en el mismo sitio, vio “un gran número de hombres armados con uniformes militares verdes, quienes asumí eran los pistoleros de Joaquín Guzmán y sus hermanos”.
Con esa sola mención que hizo “El Mayo” al explicar la traición que le hicieron “Los Chapitos” y que ha desatado toda una guerra en Culiacán por la venganza que quieren cobrar “Los Mayitos”, el General Jesús Leana Ojeda, como Comandante de la Tercera Región militar, con sede en Culiacán, Sinaloa, debió haber salido de inmediato a decir que investigaría si esos hombres “con informes militares verdes” eran o no de algún destacamento militar, y en su caso, encarcelarlos por estar a las órdenes de este grupo de la delincuencia organizada, y defender así la honorabilidad del Ejército Mexicano.
Lejos de hacer esa aclaración, el lunes pasado, en un acto involuntario de extrema sinceridad, pero que mostró de cuerpo entero la fallida estrategia para combatir al narco y la violencia que genera, la de los “abrazos y no balazos”, reconoció que regresar la paz a los habitantes de Culiacán y otros municipios de Sinaloa no dependía de las fuerzas de seguridad o de los soldados que él dirige, sino de los grupos criminales: “La paz depende de los grupos antagónicos, que dejen de hacer confrontaciones entre ellos y que estén dejando a la población en paz para que viva con tranquilidad”.
Estas desafortunadas declaraciones se unieron a las que también han hecho tanto el gobernador de Sinaloa como el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de minimizar la problemática e invitar a los sicarios que tienen aterrorizada a la población a que paren las balaceras y busquen otra “forma de ponerse de acuerdo”.
Lo preocupante es que la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, respaldó ayer las declaraciones del mando militar al afirmar que si se entra en la “confrontación violenta con estos grupos” se podría generar más violencia y que por eso “es una estrategia”.
Una estrategia, que habrá que decir, incumple la obligación constitucional que tienen los gobiernos de hacer uso del monopolio del uso de la fuerza que tiene el Estado para garantizar la seguridad y la integridad física de la población. Toca a las policías y a las fuerzas castrenses impedir que el espacio público se convierta en un campo de batalla, como pasa en Culiacán desde hace diez días, deteniendo a los generadores de violencia.
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