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Ser mamá

En la vida hay acontecimientos que te marcan y te modifican como ser humano, pero dudo que exista alguno con tal impacto como el de convertirte en madre, ya sea biológica o por adopción. Puedes casarte, divorciarte, cambiar de trabajo o de ciudad, y seguramente tus decisiones tendrán repercusión en el curso de tu historia, pero cuando la vida realmente se transforma es en el momento en que eres mamá. 

Sí, porque cambian tus prioridades, tu visión del mundo y dejas de ser tú sola como individuo, hay otra vida que depende de ti, de tus cuidados, de tu paciencia y de tu guía. Y además ser mamá es algo que dura para siempre. María sigue hablándole a su hijo de 50 años para saber cómo está y se preocupa por él como cuando era pequeño; Paloma sigue dejando todo para cuidar de sus hijas ya adultas cuando se enferman o están en el hospital, en vigilia al pie de la cama como si todavía fueran unas niñas. Ser mamá no tiene fecha de caducidad, es para toda la vida. 

En México hay 38.4 millones de mamás y, según datos del Inegi, la gran mayoría tienen arriba de 30 años: 8 de cada 10 mujeres, en una de las pocas tareas para las que no existen guía o instructivo. Y donde el acompañamiento y red de apoyo con otras mujeres son la base sólida para mantenerse de pie cuando el cansancio llega.

La maternidad, como símbolo de vida, ha sido honrada a lo largo de la historia, venerando deidades relacionadas con la fertilidad y la feminidad. Quizás de ahí que durante siglos erróneamente se planteara que la función u objetivo central en la vida de las mujeres era el procrear. Ser mamá es una experiencia personal; hay quienes deciden no serlo (y debe respetarse), y también quienes lo han buscado y sueñan con ser mamá sin aún lograrlo.

Convertirse en madre es una dualidad. Eres mamá de tiempo completo y a la vez sigues siendo tú, una mujer en lo individual, que tiene necesidades y aspiraciones, que requiere tener sus espacios, descansos y, por supuesto, atenciones. Ser mamá y ser mujer es una constante dicotomía, una búsqueda permanente del equilibrio. Se trata de mujeres tratando de encontrar el balance con ser mamás y, en muchos casos, laborar fuera de casa.

Un grave problema es que hemos crecido con la idea de una maternidad idílica, donde poco se habla del cansancio o de la culpa, del miedo y del dolor, de que habrá días que llorarás con tus hijos o más que ellos, que querrás salir corriendo y de inmediato regresar a su lado. Porque también eso es parte de ser mamá y no cambia en nada el amor que se siente por ellos. Y jamás habrá algo más valioso que sus risas, sus abrazos, sus primeros pasos, sus dibujos o su voz diciéndote “te quiero, mamá”.

El Día de las Madres nació como un acto de sororidad entre mujeres, para generar lazos entre las madres de soldados y entre mamás trabajadoras. A quienes anhelan ser mamás o perdieron a un hijo o hija, un abrazo cariñoso y solidario. A las madres que siguen buscando a sus desaparecidos, que su amor las ayude a mantenerse de pie hasta encontrarles (y pronto haya empatía para acompañarlas en su búsqueda). 

Ser mamá te cambia la vida y te enseña que todo puede ser efímero o temporal, menos el amor por un hijo o una hija porque eso es algo que dura para siempre. Agradezcamos a las mamás que pese a todo han criado con amor. Hoy es día de hacerlo. Mañana quién sabe si nos alcance el tiempo.

Instagram: vania.dedios

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