Ser la inspiración del otro
Hay un mundo al que observamos, un mundo al que -con un particular sesgo- seguimos conforme nuestras ideas, nuestro criterio y nuestra formación humana. Algunos de nuestros referentes se vuelven, sin duda, estandartes que van moldeando nuestras relaciones más próximas. En gran escala, pienso en algunos cantantes que con sus canciones nos han hecho gritar en la regadera alguna pena o un buen amor, en el pinchazo que nos haya provocado la actuación de ciertos actores en alguna película u obra de teatro, o en escritores a través de sus textos conmoviéndonos hasta las lágrimas o carcajadas. Estamos siempre (creo yo) expuestos a ser inspirados, a ser como los demás, sobre todo cuando vemos que esos “demás” son algo que se parece a lo que hemos soñado o pretendemos ser. En menor escala, pero no por ello menos importante, tenemos maestros, de los cuales muchas veces ni recordamos su nombre o la clase entera, pero que algo sembraron y que ahí vive dentro. Por supuesto amigos que son más grandes que nosotros, en todos los sentidos: en su edad y en su proceder. Gente a la que vemos todos los días vivir conforme a un ideal y que de sólo tenerla cerca, hasta sentimos que mejoramos. Gente que en pequeña medida y en el día a día, nunca habría de imaginarse que por tal o cual resolución que tomaron para sus propias vidas, nos invita a tomar nuestra propias valientes decisiones en la nuestra.
El asunto es, nosotros, ¿a quién inspiramos? Si bien sería muy extraño que de la noche a la mañana nos convirtamos en actrices o actores de Hollywood que desfilan por pasarelas elegantísimos y ultra fotografiados, o en cantantes de una banda de rock exitosísima, sí está en nuestras manos llevar una vida en la que opere la consciencia de ser una mejor persona tanto en lo personal como en lo profesional.
Cuando todo esto tan bello y que da tantos motivos y alguna que otra herramienta para lograr convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, pongo las noticias en la radio y encuentro exactamente lo opuesto en nuestros políticos. Para ser esa persona a la que se admira por grandes valores, hay que escucharle en su voz una real honestidad. Y es que lo genuino, es realmente conmovedor frente al asco que representa la falsedad que emiten todos estos malos actores políticos.
Los grandes artistas se preparan para representar a tal o cual personaje desde lo que son, desde lo que podrían ser, y desde lo que todos llevamos dentro. Es obvio, que estos personajes a los que yo no les creo nada, no han llegado a tal punto. Así que lástima, podrán manipular desde el engaño, pero yo no me la trago.
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