Ser joven, mujer e inquilina
Paloma, 28 años, profesora y licenciada en filosofía. Esta es su historia. En 2019 dejó la casa familiar y se mudó a Zapopan, en Belenes, porque inició una maestría en educación en el CUCSH Belenes. Halló un departamento por 3 mil 200 pesos al mes más servicios.
Paloma sorteó la pandemia igual que todos (sin saber cómo). Por fortuna, su casero le congeló la renta dos años. Y en 2022 solo se la aumentó a 3 mil 500 pesos.
Hasta que en enero del año pasado su casero le pidió el departamento (Paloma sospecha que para rentarlo en Airbnb).
Buscó opciones por la zona: “lo más bajo que encontré fueron 8 mil o 9 mil pesos en departamentos del mismo tamaño”.
Por fortuna, sus vecinos iban a dejar su departamento en el mismo edificio antes de finalizar su contrato. Acordó quedarse con él. La renta era muy similar: 3 mil 200 al mes. Allí comenzó la avalancha de precios.
En agosto del año pasado, la representante de la inmobiliaria que administra su departamento le notificó que para renovar contrato debía pagar 4 mil al mes.
Ayer le avisó que el alquiler subió de nuevo: ahora será de 5 mil al mes (25% más). “Se les está rentando muy barato”, le dijo. La compañía gestiona el alquiler de varios departamentos.
Paloma investigó y corroboró sus sospechas. En Belenes, los desarrollos inmobiliarios comenzaron a brotar de la tierra en los últimos años.
A menos de un kilómetro de donde vive hay una nueva torre en donde alquilan departamentos de una recámara en 12 mil 300 pesos al mes, más mil 200 de cuota de mantenimiento. En otro edificio recién terminado, a medio kilómetro, ofrecen departamentos de una recámara: 14 mil pesos mensuales.
Los nuevos edificios verticales rodean los conjuntos habitacionales antiguos en donde vive Paloma. Varios de sus vecinos enfrentan el mismo problema: rentas más altas y desplazamiento.
Paloma tiene tres empleos. Profesora de filosofía, creadora de contenido digital y prestadora de servicios temporal en gobierno. Su ingreso no es fijo. En la escuela no le pagan durante las vacaciones, las redes tienen altibajos y en unos meses acaba su contrato temporal.
Una renta de 5 mil pesos le representa el 30% de su salario (el máximo recomendable), pero ese porcentaje sube casi hasta la mitad en vacaciones: “Este mes, como no había clases, no tengo los mismos ingresos. De hecho, he tenido que gastar más en despensa que también subió”.
Paloma pagará ahora 5 mil pesos de renta: “Se va a encarecer la zona y los que estábamos originalmente nos vamos a tener que desplazar. Si ahorita es sostenible, cuando me lo aumenten, porque me lo van a aumentar otros mil pesos el próximo año, probablemente me mude”.
El año pasado España aprobó la ley por el Derecho a la Vivienda. Regula los precios del alquiler con un Índice de Referencia y topa las alzas anuales (un máximo anual del 3% en contratos vigentes durante este 2024). Y otras medidas para generar vivienda accesible. Nuestros legisladores deberían estudiarla.
Al final de nuestra charla, pregunté a Paloma en cuál de sus tres trabajos cotizaba ante el IMSS. Debí suponerlo: ninguno. De hecho, a sus 28 años, nunca ha tenido un empleo con prestaciones sociales. Tiene cero semanas cotizadas.
“Tenemos dos caminos: resignación o lucha. Porque un aumento abrupto más y ahora sí tocará desplazamiento de la zona. Pero hasta para organizar la lucha hace falta tiempo. Y el tiempo es lo único que puede vender mi generación para salir al día”.