Ser joven
Ser joven nunca ha sido fácil, pero especialmente en esta época, desde el momento en que todos los avances tecnológicos habidos y por haber no han resuelto sino complicado la adaptación de los jóvenes a la realidad de todos los tiempos: subsistir y relacionarse.
Ahora a esa exigente realidad le llaman curiosamente la “realidad real”, significando con ello que existe otra o muchas otras realidades que no lo son sino relativamente.
Al margen y a espaldas de las instituciones educativas de todos los niveles, cualquiera sea la clase o condición social, o del clima familiar, los jóvenes han venido navegando en esas nuevas realidades fascinantes y atrayentes, que no son reales sino producto del mundo virtual, y que los han acostumbrado a una vida hecha “a la carta”, que de forma inmediata les satisface diversos requerimientos, pero que sin embargo no es la vida real.
En la medida que estas nuevas generaciones pueden contar con la protección familiar de casa, vestido y sustento, se despreocupan de la realidad real y siguen cómodamente viviendo en su mundo virtual, donde las cosas suceden como ellos quieren, permitiéndoles hacer lo que ellos gusten por tiempo indefinido, es decir, a los 20, 30, 40 o más años de edad.
Si antes se decía que los egresados de ciertas universidades salían muy dispuestos a ser empleados como gerentes o hasta dueños, ajenos por completo al escalafón, a empezar desde abajo, a conocer todos los niveles de crecimiento, hoy el fenómeno radica, sin que lo anterior haya desaparecido del todo, en que los jóvenes solo quieren trabajar en lo que les gusta, y si esto no es posible, se dedican a navegar en sus fantasías; el principio de ser productivo les parece demasiado vulgar para ser asumido.
No todos pueden optar por esta feliz opción sin complicarse la vida, sobre todo cuando las urgencias monetarias presionan su burbuja, frente a lo cual no saben qué hacer. Pero en todo caso, y si no hay más remedio, buscan emplearse esperando recibir salarios muy por encima de lo establecido, esta expectativa es parte de su incapacidad para ubicarse en la realidad real.
La realidad real genera en los jóvenes una enorme frustración y pareciera que nadie antes los enseñó a manejarla. Tampoco nadie les explicó que todo trabajo debe batallar con el peso terrible de la repetición, de la rutina, de los horarios, de los sistemas, aún en las profesiones más libres y creativas.
La frustración abre las puertas a la depresión y a todo tipo de evasiones, y el problema seguirá creciendo en la medida que las instancias pertinentes no lo asuman; entre éstas debe contarse de manera especial a las empresas, cuyo reto sería ofrecer un híbrido laboral que por un lado pueda satisfacer las expectativas de los jóvenes, y por el otro satisfaga las expectativas de las empresas, las cuales no deberían incluir explotar y exprimir a las personas hasta convertirlas en guiñapos.
Tarea de las instituciones educativas será igualmente establecer los necesarios equilibrios entre el mundo virtual tan atrayente para las nuevas generaciones, y la realidad real que no puede ser desatendida si no es con un alto costo.